La tapia con sifón

Bares de ayer y hoy

Barrunta uno que esa debe ser la intención de los bares de hoy: que la incomodidad evite que la gente se apalanque en la barra o en la mesa

Gabinete Caligari cantaba en 1986: "Bares, qué lugares / tan gratos para conversar. / No hay como el calor del amor en un bar". La canción es buena, pero la letra se ha quedado más anticuada que el miriñaque. También por aquellos años, en los libros de texto de los estudios de hostelería se consideraba que ciertos fallos de diseño influían en la opinión de los clientes: los espacios reducidos que dificultan la labor de los camareros y crean atascos. Las mesas pequeñas y las sillas incómodas. La falta, exceso o mala adecuación de la luz. Y el ruido ("El ruido crea más ruido", decía el manual de J.F. Gallego). Hoy día, todo esto parece que les importa un pito al empresario y al diseñador: la luz suele ser excesiva y agresiva; el espacio se aprovecha al máximo, a pesar de que tienen unas terrazas con el doble de mesas que antes de la Covid; abundan las mesas altas, con taburetes en los que, salvo que uno sea baloncestista, está con las piernas colgando…

Y el ruido, ¡ay, el ruido!; las superficies de suelo, techo y paredes son duras y brillantes, creando ecos y multiplicando el ruido. Ángel Valdivia, reconocido experto en sonido, afirma que es baratísimo adecuar un local para que sea silencioso. Como La Barra de José Álvarez, donde se puede comer y charlar en un local grande y abarrotado, sin enterarte de lo que hablan en la mesa de al lado.

Cabe pensar que lo hacen aposta, ya que el ahorro de dinero, comparado con lo que se gastan en diseño y decoración, es ridículo. Que lo hacen para que los clientes no se apoltronen con un par de cañas, conversando al calor del amor en el bar. Es lo que hacen las cadenas de fast food con los colores. Dicen los expertos en la materia que el rojo es excitante, los colores fríos contribuyen a la calma, el amarillo atrae a los insectos, el azul los repele, los verdes y naranjas inhiben los malos olores… Y que "un buen porcentaje de amarillo limón y toques de rojo acrecientan la salivación"; por eso los usan todas las cadenas de hamburguesas y pizzas, sean mundiales o locales: para que la gente engulla y se vaya pronto. Barrunta uno que esa debe ser la intención de los bares de hoy: que la incomodidad evite que la gente se apalanque en la barra o en la mesa conversando. Y no digamos jugando al dominó, como en aquellos bares y cafés de antaño, con decoraciones humildes, pero gratos para conversar.

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