República de las Letras

Barrio Alto

Tenía casi escrito el libro desde, justamente, 1997. Faltaba sólo dotarlo de una estructura, de un argumento

Ser autor del libro más vendido según el Gremio de Libreros de Almería (ver Diario de Almería. Sábado, 18-2-17, pág. 53) es una gran alegría y un gran honor. Agradezco a todos y todas que me hayan distinguido de tal forma y hayan confiado en que este humilde escritor tiene algo interesante que decirles.

Tenía casi escrito el libro desde, justamente, 1997. Faltaba sólo dotarlo de una estructura, de un hilo conductor y un argumento. Busqué tales elementos con denuedo y nunca quedaba satisfecho por completo cuando montaba el relato. Entonces lo desmontaba y lo volvía a montar una y otra vez. Así, veinte años. Tenía materiales de lo más diverso: personajes, situaciones, diálogos, casos y cosas de aquellos años de que trata el libro, fotos… Pero me negaba a que fuese una serie de historias sin nexo, sin ilación. Quería hacer de él verdadera Literatura, con un lenguaje propio. Quería que si un posible lector abría una página cualquiera se quedase enganchado. Cada página y cada párrafo debían de tener interés, debían transmitir Vida. Y la busqué lejos en la Literatura. Pero allí sólo encontré huellas que no eran mías. Mi libro pedía a gritos un Alma que aún no tenía -sí, como Sabina; es quizá su verso más conseguido- y vine a encontrarla cierto día de lluvia en el barrio de mis orígenes, el que da título a mi obra: el Barrio Alto. Por allí pasaba aún la sombra de aquel niño, de aquel golfillo de la Rambla, de aquel "moromuza", de aquel "decehomo" -palabras de mi madre- que aún se pellizcaba las pupas, se limpiaba los mocos en la bocamanga y llevaba las rodillas siempre "sollás" y los bolsillos llenos de tesoros queridos, una cuerda, una chapa, un indio comprado a Jerónima, en la Plaza Béjar, o una peseta que le habría dado su abuela y él iba a gastar en los futbolines de Manrique con su amigo Antonino, al que le daba tanta rabia perder. Era yo, medio siglo atrás. Entonces el barrio tenía Vida propia, personalidad, Alma. Ahora estaba muerto. Sólo quedaba yo, uno más entre la gente que pasaba por lo que fueron el Parque de Bomberos, el Hogar, los Depósitos de Agua, la Escuela Ramón y Cajal… Era yo la estructura de mi libro, el Alma que buscaba para él y que, teniéndola tan cerca, no supe ver durante nada menos que ¡veinte años! Pero yo no podía pasar de ser un personaje secundario en mi narración. El único protagonista debía ser, siempre, el BARRIO ALTO. Gracias.

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