Calvos y burritos

Si bien dentro de cien años todos estaremos calvos, remediarlo mientras tanto es una necesidad sentida

Por más que una máxima popular anuncie la universal igualación de la calvicie -dentro de cien años, todos calvos-, no pocos mortales buscan remedio cuando se anticipa ese efecto, antes que sea inevitable, por la sencilla razón de que dejaremos de estar -morir, escribe Saramago, es haber estado y ya no estar-. Los implantes de pelo en Turquía, con vuelos de bajo costo a Estambul, y la proliferación de clínicas capilares, con precios asimismo bastante inferiores a los de los injertos en Europa, son un reclamo para quienes no aceptan del todo tener la cocorota despejada o camuflan la alopecia con un bisoñé. Aunque, como sabido es que también ocurre en las ofertas asequibles, el fiasco está presente y los peines siguen sin usarse. Puesto que la necesidad es doblemente sentida -hallarse calvo y sentirse calvo-, la solución puede estar, conflictos de aguas aparte, en el entorno del Espacio Natural de Doñana, donde se afinca, bastante bien atendida, la Unidad de Burros Bomberos de Doñana, puesto que desbrozan naturalmente el pasto seco y, de ese modo, hacen cortafuegos para evitar incendios. Tal idea corresponde a la asociación El Burrito Feliz, con sede en la localidad onubense de Hinojos, que también participa en una iniciativa más científica. Toda vez que la Universidad de Ciencias Agrícolas de Uppsala (Suecia) está investigando, a partir de análisis de sangre de estos burritos, si algunas características de su pelo pueden utilizarse como alternativa o remedio a la caída del pelo humano. Un equipo de veterinarias de esa universidad sueca lleva algún tiempo colaborando además con la Estación Biológica de Doñana, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, a partir de algunas hipótesis referidas a mantener el crecimiento del cabello. Y esto porque los humanos compartimos con los caballos el crecimiento indefinido del pelo -en la cabeza los primeros y en la crin los segundos-, de modo que de la investigación pueden obtenerse conclusiones que ayuden a evitar la calvicie. No ha sido casual la elección de estos animales, pues las investigadoras suecas buscaban ejemplares de asnos con buena salud, que vivieran en condiciones parecidas a las salvajes, como en este caso, entre bosques y praderas.

Tal vez algunos calvos prefieran el remedio de ser burritos felices.

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