Carboneras, lugar de encuentro

Carboneras sigue guiando los sueños de los náufragos. Nunca se apagará, saben. Nunca dejará de existir, afirman

Sobre los restos de un volcán extinto yace un viejo páramo con nombre de sal llamado Carboneras. Sé que a veces no somos dignos de ella, pero siempre nos recibe con los brazos abiertos. Como si un ángel fuese que sobre nuestros labios posase sus alas.

Aquí, amigo caminante, hallarás playas varadas sobre el ínfimo mar, que desde el origen emergen sobre las rocas, sobre los dedos, sobre la sed. Son los restos de un naufragio que haya en la luz el último suspiro, el descubrimiento de la armonía exacta de tu boca, el sonido imperecedero de un mar que todo lo palpa y que todo lo arrasa, con el tacto inextinguible de aquel que sabe que está destinado a marcar la huída en la piel de todos los hombres.

Aquí, amigo náufrago del sur, los antiguos corales que se formaban sobre sus arrecifes, siguen albergando el sueño último de los pescadores, como una puerta abierta hacia los territorios del cielo, como una flor colgando sobre tus pupilas y advirtiendo la llegada de un nuevo día. Así es de sencillo como Carboneras cala en los arrecifes más íntimos del ser. Como un palpito en el cielo del paladar que proclama tu nombre sobre la ebriedad del silencio, con el don del milagro, con la vida a punto de estallar en la palma de la mano.

Así pues, la tradición nos recuerda que todos somos parte de un artefacto, de un destello, de una parte de una Carbonera más Literaria, más cercana, donde la arena y la sal nos dicta en el fondo que volvamos a contarnos historias, que regresemos a las plazas para perdernos entre sus calles, entre el olor de sus libros persiguiendo las ondas arrebatas por los poetas, entre la sal en la lengua y todas esas cosas que recitamos al oído.

Carboneras sigue guiando los sueños de los náufragos. Nunca se apagará, saben. Nunca dejará de existir, afirman. Esta es la Carbonera que conozco. Esta es la carbonera que llevo amarrada entre las manos. Y si nunca se ha sentido algo así, es porque nunca se ha estado en esta parte de este mundo. Porque todo ser humano necesita una luz como cuando el dolor en la cúspide del beso nos asalta.

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