Cartas a María

Piensa el autor que la Iglesia, a lo largo de la historia, ha desvirtuado la imagen de María convirtiéndola en algo inhumano

Los que me conocen saben que no soy dado a la lectura de obras “pías”. Tal vez por eso se extrañen de que comente un libro titulado “Cartas a María”, donde María es la madre de Jesucristo. La razón por la que lo he leído es, inicialmente, mi gran amistad con el autor de esa obra, Jesús Fernández Bedmar. Tengo que reconocer que esa lectura, inicialmente por cortesía, me ha resultado interesante. Interesante por la intención de esa curiosa “relación epistolar” del autor; luego, por compartir bastantes cosas de lo que dice; y después por haber encontrado puntos de serio desacuerdo (que no son al caso) que nos han permitido mantener vivo diálogo. Piensa Jesús F.Bedmar que la Iglesia, a lo largo de la historia, ha desvirtuado la imagen de María convirtiéndola en algo inhumano a fuer de ser suprahumano. No comparte él la idea de esa sobrevaloración y hace un notorio esfuerzo por mostrar lo que él cree su faceta humana incardinada en su época como una joven más con los mismos intereses, modos de vida, tendencias y obligaciones que las demás muchachas de su tiempo. No hay grandes fundamentos documentales que nos permitan apoyar tales rasgos, aunque en todo caso más razonable considero su hipótesis que la tradicionalmente contraria. Conectada con esta visión ofrece una serie de reflexiones en torno a cuestiones clave como la ausencia de pecado original, la maternidad, la virginidad o el hecho de los “hermanos de Jesús”, tan traídas y llevadas en la tradición cristiana y cuya solución tradicional es puesta en cuestión por el autor, considerando que poco o nada añaden a lo que considera los valores fundamentales de María. No se muestra partidario de la tradición iconográfica y le resultan algo fuera de lugar muchas de las manifestaciones de lo que consideran “devoción”, como las grandes ofrendas de oros y oropeles, procesiones y nombramientos al estilo de “alcaldesa mayor y perpetua” de algunas poblaciones, por ser incongruentes con lo que piensa el mayor valor de María: la modestia y la sencillez. Algo extraña es la difusa presentación de José: hombre muy alejado de las conductas habituales de su época y lugar. Hay otras cuestiones con las que no se compromete en absoluto y se mantiene por las ramas en las que una toma de posición coherente con sus planteamientos podría dar lugar a conclusiones, aunque racionales, claramente heterodoxas. Libro recomendable como fuente de reflexión crítica también para creyentes.

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