Convicciones y responsabilidad

Las convicciones y la responsabilidad han de considerarse para hacer posible lo que debe ser

Cuando se habla de lo que no puede ser, suele acudirse a la redundancia para afirmar que, además, es imposible Cuestión distinta a que, lo que no deba ser, se haga posible. Ya que, entonces, ha de forzarse en exceso el estado de las cosas y, como resultado, se desnaturalizan los principios rectores que parecían preservados de alteraciones significativas. No pocas veces, hacer de lo inconveniente o lo arriesgado la opción ante lo que es necesario resolver se aproxima a la naturaleza del mal menor; esto es, un mal relativo, pues, comparado con otros posibles, resulta eso mismo, menos malo y, por eso, preferible. De no haber otras puertas a las que llamar -o abrir las que estén entornadas, invitando al paso-, optar por el mal menor acaso no solo sea la decisión menos mala, sino la única posible. Mas otro asunto, en cambio, es hacer posible lo que no debe ser, cuando sí son factibles opciones consonantes con lo que es preferible que sea.

El sociólogo Max Weber -aunque él se consideraba, más bien, historiador- diferencia dos tipos de ética. Una es la de las convicciones, sostenida en ideales absolutos o en creencias radicales, que no se ponen en cuestión y se presumen universalmente buenos, sin necesidad de reparar en los efectos prácticos y mundanos de su adopción o aplicación. Y otra es la ética de la responsabilidad, que lleva a considerar las consecuencias de las acciones humanas, ya que, en alguna medida, son previsibles; de manera que, actuando de acuerdo con esta ética, se asume la responsabilidad por las propias acciones. La ética de las convicciones, por esa naturaleza categórica que suele presentar, colisiona con el pluralismo, con la diversidad de valores, cuando las ideas o las creencias no se someten al diálogo, la argumentación o la discusión, sino que mantienen su carácter absoluto e incontrovertible. De resultas, los argumentos se convierten en argumentarios y las convicciones en consignas, con la desafortunada perspectiva del sectarismo.

Podría pensarse en los efectos de estas cuestiones éticas solo en el ámbito de la política, al que Weber prestó especial atención, pero la política es una actividad humana y, por esto mismo, subordinada al proceder ético de quienes la ejercen o aspiran a hacerlo. De ahí que las convicciones y la responsabilidad deban ser universales, pero por su ejercicio extendido.

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