Llega uno a la oficina de correos con la pretensión de echar una carta en el buzón. Pero no hay ninguno a la vista, así que pregunta y le responden que en las oficinas ahora no hay buzones para echar las cartas. Cuando consigue uno superar el pasmo, recuerda alguna estrofa de aquella canción popular que comienza "El cura no va a la iglesia porque no tiene sotana", y que termina: "La sotana larga y llana / los zapatos gurripatos / con su hebilla y su tacón / ora por nobis, Kirie eleison, / Santa María Madre de Dios".

Aparte de acordarnos una vez más de que hoy las ciencias adelantan, viene a las mientes la consideración de lo que siempre ha sido Correos: una institución que se dedicaba a repartir las cartas que los ciudadanos echaban a sus buzones. Si uno ahora va a Correos y no encuentra buzón, se le rompen los esquemas. Los que le quedan porque la mayoría ya los tiene rotos. Se ve que el concepto que tenemos los viejos de lo que es un servicio público nada tiene que ver con lo que se lleva ahora. El correo es una de las instituciones estatales con más solera. El más antiguo es el inglés, que se estableció en 1481, con postas cada treinta kilómetros. Para los aficionados al "western" la historia del correo tiene una etapa épica con el "Pony Express", cuyos esforzados jinetes cruzaban Estados Unidos de costa a costa allá por 1860, tragando polvo de las praderas, perseguidos por peligrosas bandas de indios y con el culo encallecido por el cuero de la silla de montar. Durante todo el siglo XX el servicio de Correos español (como el de la mayoría de países medianamente avanzados) ha hecho un excelente trabajo. Hay millones de anécdotas de cartas que llegaban a su destinatario con apenas un nombre o un apodo y poco más. En esto llegaron las multinacionales del transporte de paquetes y cartas. Y se acabó esta historia. Estos nuevos servicios no fallan tampoco, pero lo cobran bien cobrado. Y como encima sus empleados cobran bastante menos que los funcionarios públicos, obtienen sabrosos beneficios. Empezaron siendo muy puntuales, pero se han ido relajando en la eficiencia. No parece que esto sea debido a la "funcionarización" de sus empleados, que más bien tienden a ser falsos autónomos. Volviendo al asunto de los buzones, los servicios privados de paquetería no los tienen tampoco, pero van a tu casa a recogerte la carta o el paquete. Eso si, lo que cobran no tiene nada que ver con el precio de un sello de Correos. Que además puede uno coleccionarlo.

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