¿Cuestión de tamaño?

Lo malo es que aquí el colegio es el planeta al completo, con todos sus enseres muebles e inmuebles dentro

En las últimas semanas casi no se habla de otra cosa. Que si la madre de todas las bombas, que si la bomba más potente jamás usada, que si el fulano de Corea también la tiene de buen tamaño, que si el rubio de lacado tupé la tiene más grande. Si no fuese por lo peligroso que es ver al mundo y todo lo que en él vive y respira en manos de perturbados, sería sencillo reducir esas muestras de chulería a vaciladas de patio de colegio. Lo malo es que aquí el colegio es el planeta al completo, con todos sus enseres muebles e inmuebles dentro. Sigo en mi línea de pensar que lo que encontramos en altas esferas no deja de ser un reflejo de lo que poco a poco, gota a gota, tacita a tacita, movimiento a movimiento hacemos cada cual desde nuestro ínfimo y en apariencia poco importante lugar. Es patético y repelente presenciar trifulcas internacionales de parte de dirigentes delirantes por ver quién la tiene más larga, más gorda y más capaz de mandarnos a todos a tomar por saco para los restos y que no quede de nosotros ni el humo. Ese empeño que tienen energúmenos con acceso a teléfonos y botones rojos aferrados a creencias absolutas por sacar pecho y amenazar a gran escala no difiere tanto del espabilado que sale cualquier noche de fiesta buscando la boca del que por gusto o por despiste se la termine poniendo a tiro. Esos "y tú más", o esos otros "pues anda que tú" que parecen pertenecer en exclusiva a círculos infantes están presentes con excesivo peso y frecuencia en cualquier momento de nuestro acontecer, más presunto que demostrado, adulto. Tan macarras unos como otros, al volante de un BMW o al de un Seat Panda, con dinero o sin dinero, con motivos y sin ellos, el caso es ejercer el poderío que nos otorgamos por derecho nativo, divino, profesional o electoral y tener al personal al borde de la evacuación intestinal inminente con tal de salirnos con la nuestra. Y lo más curioso es que es una nuestra autoinmune. Vamos, que como buen Juan Palomo nos estamos cocinando un guiso envenenado que tenemos intención de comer con gusto y hacérselo comer a todo quisqui, aunque eso nos lleve a la extinción de la forma más dolorosa y catastrófica posible. En vista del panorama y de los gloriosos personajes que nos administran poco descabellada me parece la fílmica teoría que nos dibuja a la especie humana como el virus más nocivo que la Naturaleza haya tenido el disgusto de conocer.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios