República de las Letras

El Dios dinero

Una nueva religión se impone en las nuevas estructuras de las relaciones humanas: la economía. Su dios es el Dinero

Aunque perdido en la noche de la evolución humana, se celebra estos días el Solsticio de Invierno, el nacimiento del Sol. Aquella humanidad salvaje anterior a las ciudades, al comercio y a la escritura, manifestaba su alegría alrededor de las hogueras con cánticos y bailes que hoy nos parecerían primarios, primitivos, casi animales. El Cristianismo vino a sacralizar la fecha imitando el anterior culto a Mitra, aquel dios primigenio que nació pobre, hijo de una virgen, y fue adorado por reyes. Y tomó también el solsticio como momento del nacimiento de Jesús. La nueva religión se haría oficial del Imperio Romano, lo que sería fundamental para su expansión, a la vez que a los emperadores les resultaría una herramienta primordial para la vertebración ideológica del Estado.

Pero paralelamente, y solapándose con el cristianismo, una nueva religión iba imponiéndose y se constituiría en la estructura fundamental de las relaciones humanas: la economía. Su dios era y es el Dinero. Todas las demás construcciones ideológicas se supeditarían pronto a la posesión o no de este dios nuevo y tremendo que clasificaba a los hombres en esta vida sin esperar a una, hipotética, futura. La participación en la posesión del dios sería ya siempre, lo es hoy más que nunca, el fin principal de la existencia humana. Ya no hacía falta la promesa de otra vida de ultratumba, ni una conducta orientada al premio o al castigo final: ambos se producían, se producen, durante la individual existencia de cada persona.

Así, no nos es extraño en absoluto que la Navidad se haya reducido a la campaña comercial que se desarrolla cada año en esta época. Vestida de conceptos que nos son queridos, como la familia, la solidaridad y la felicidad, comienza con el rito dinerario por antonomasia, el sorteo de la Lotería de Navidad, y acaba con los regalos materiales tradicionales al pie del árbol o del Belén. Dios, el dios cristiano, digo, nace entre movimiento de dinero, el otro y verdadero dios que mueve montañas y hace posible soñar con una felicidad que, siempre, o se hace inalcanzable o es insuficiente. Quizá el instinto de querer ser felices nos esté diciendo ya que la fiesta a celebrar por todo lo alto es la de final de año y comienzo del año siguiente. Vivir, esa es la tentativa. Celebrar en común, asirse a una fecha significativa para exponer los buenos deseos, que son los más humanos. Feliz año nuevo.

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