Analizamos mucho más desde los prejuicios que desde la razón. ¿Por qué hemos de tener certezas inmediatas sobre cualquier acontecimiento, cuando lo que pueda ser una buena y adecuada respuesta no nos va a costar más que un poco de tiempo y un pequeño esfuerzo? Por ejemplo, no es extraño que hayamos escuchado, más de una y más de dos veces, aquello de “es mejor enseñar a pescar que dar peces”. Idea muy de Confucio, de quien dicen que dijo aquello de “dale pescado a un hombre y comerá un día, enséñale a pescar y comerá siempre”. Es evidente que este pensador de los siglos sexto al quinto, antes de nuestra era, se adelantó al marxismo y no tuvo en cuenta la propiedad de los medios de producción, ni de los bienes inmuebles. No entraremos en las plusvalías, ni en la responsabilidad social subsidiaria de su explotación del medio. No, nos vamos a limitar a ver lo pobre que es nuestra conciencia crítica cuando se trata de entrar en el fondo de las cosas y lo satisfechos que nos quedamos con meras clasificaciones y memes “prêt-à-porter”, pero “de los míos”.

La peña está muy madura en el uso de las muchas derivadas del adagio de Confucio. Así, cuando Cáritas u otras entidades solidarias plantean campañas y actividades que quitan el hambre y la sed a quienes no tienen nada que llevarse a la boca, no faltan pléyades de personas iluminadas que “avisan” de la inoportunidad de ser colaboracionistas con el sistema que las explota y, asimismo, las mantiene al margen del mismo. Cierto será que, si una entidad solidaria se plantea una parte de la función social del pobre como su sentido de ser, más allá de acabar con la pobreza y la exclusión, eso es de juzgado de guardia, y motivo para su disolución. Pero no: usando el meme desde una posición cómoda, se descalifica la acción caritativa.

Sin embargo, cuando se anuncia una acción colectiva conducente a la limpieza de un paraje que está lleno de basura y dejado de las administrativas manos que lo gestionan, se presenta esta actividad ambiental como un modo de compromiso con el cambio y el advenimiento de una sociedad nueva. Pues queridos seres humanos que así lo veis: entre una acción y la otra sólo hay unos siglos de evolución; y tú, en el medio. Y todo esto ha sido sin querer entrar en el lenguaje tan poco inclusivo de Confucio hace treinta y cinco siglos, que usó “hombre” donde debió usar “persona” o “ser humano”. ¿M’explicao?

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