Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Enredos y disparates

En la Moncloa cuentan con que la crispación política no se convierte en crispación social. ¿Se equivocan

Alguien parece haberse vuelto definitivamente loco en la izquierda española. Y no creo que sea Felipe González. Lo que ocurre en las filas socialistas desde las elecciones del 23 de julio parece el guion de una mala comedia de enredos en el que cada escena retuerce la ficción hasta caer en el disparate. Casi ni merece la pena hacer un repaso apresurado que iría del vamos a traer a Puigdemont a España para que responda de sus delitos hasta el vamos a hacer una ley específica para que Puigdemont pueda pasearse tranquilamente por España como Pedro (Sánchez) por su casa gracias a una amnistía ad hoc. Lo último, lo del terrorismo que respeta los derechos humanos o algo así. Lo hacen, tiene mérito no crean, sin que se les mueva un músculo de la cara mientras dicen que es blanco lo que ayer mismo decían que era negro.

Cualquiera diría que el precio que se está pagando semana a semana para mantenerse en el poder es extremadamente alto y que tendrá consecuencias. Las encuestas señalan que un alto porcentaje de votantes socialistas están decepcionados y no entienden ni comparten lo que se está haciendo desde el Gobierno. Pero deben ser esos votantes, piensan en la Moncloa, los que están a por uvas y no se enteran de nada y los fontaneros de Sánchez los que saben hilar fino. Cuesta trabajo ponerse en la mente de esos gurús. Pero creo que no vamos muy descaminados si pensamos que parten de la base de que la ciudadanía española está curada de espantos y anestesiada de sorpresas. El tiempo es un factor que juega a su favor: los titulares se olvidan en cuestión días, cuando no de horas, sustituidos por otros de parecido calibre. Y algo mucho más importante: creen saber que la crispación política con la que machacan los medios de comunicación no se traduce en crispación social mientras haya fondos europeos que gastar y las pensiones y otras regalías lleguen puntualmente a las cuentas corrientes en la fecha estipulada.

Pero pueden que se lleven una sorpresa. Están forzando demasiado la máquina y están sometiendo a la parte más consciente e informada de la opinión pública a un estrés que no tiene precedentes en un puñado de décadas. Cómo afecte todo esto a la fortaleza del sistema democrático es algo que no tardaremos en ver. Por eso no se equivoca Felipe González cuando avisa del dislate que se está perpetrando. Hay cosas que no salen gratis y las locuras terminan pagándose. Al tiempo.

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