Festín del odio selectivo

Uno asume que en este país la necedad no esté penalizada y que se pueda ser soez sin cometer delito

Tiene razón el perspicaz Luis del Val cuando sugería hace unos días en su columna de ABC que, si se quiere despenalizar las injurias a la Corona, la bandera y demás símbolos del estado, se debía democratizar la iniciativa parlamentaria y suprimir, ya puestos, con carácter general, el resto de tipologías delincuenciales subsumibles en el delito de injurias. Porque si ofender al Rey deja de ser delito, por qué lo va a ser ofender a los súbditos. Aludía el sarcasmo a una iniciativa legislativa promovida por ERC y EH Bildu, (cómo no) para frivolizar la ofensa a la simbología nacional de esto que llamamos España (instituciones, bandera, himno, etc.). A pesar de que en el resto de Europa tal protección, aun con penas menores, exista. Una moción promovida hace años por los susodichos, que solo ha cogido ritmo hoy, tras lograr apoyo del servicial sanchismo a cuenta del precio a pagar por los votos que le permitan aprobar los PGE. Se arguye desde UP, que "esto (o sea la despenalización selectiva) no va sobre símbolos o instituciones, sino sobre derechos y libertades" y desde el propio Psoe se realza ahora, tras negar antes su apoyo, su afán por reforzar la libertad ideológica y de expresión; prédicas que resuenan tan gallardas como vacuas, acaso también algo esquizoides y puede hacer de la democracia un alarde de intolerancias donde la opinión se sustituya por la descalificación hostil. Algo a lo que, no es arriesgado inferirlo, quizá aspiren los obsesionados por la pervivencia de sus fueros supremacistas en un mundo cada vez más lleno de gentiles rasos, con nuestros vulgares ideales de igualarnos a todos ante la ley. Y además, la deriva libertaria en curso, ofrece un sesgo legislativo esquizoide, decía, cuándo por un lado se legitima el derecho a infamar los emblemas patrios pero a la vez, se refuerza en otra ley (LO 6/22) el llamado delito de odio que penaliza cualquier expresión que fomente o incite el odio o la violencia, por razones de ideología, religión o creencias ajenas. Y uno comprende y asume que en este país la necedad no esté penalizada y que se pueda ser soez o todo lo cretino que cada cual pueda, sin cometer delito por ello. Aunque entiendo menos y cuesta asumir más que, en este festín del odio selectivo, al cabo, llegue a ser lícito quemar una bandera española, pero que pueda mediar pena de prisión si lo que se quema es un banderín del colectivo gay. Y en esas andan.

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