No es probable que un lector de articulismos no sepa que hoy es el Dia del Libro o que este evento se celebra el 23 de abril porque justo ese día murieron tres gigantes de la literatura (Unesco dixit): Cervantes, Garcilaso y Shakespeare. Sí es posible que ignore que tal supuesta conjunción mortuoria, debe ingresar en el inmenso mosaico de entelequias o figuraciones librescas, como una metáfora más del orbe narrativo, ya que solo Garcilaso falleció un 23 de abril: Cervantes nos dejó un 22 de abril y el genio inglés, el 3 de mayo siguiente.

Aunque como hablamos de homenajear la pasión por las letras, poco importa la licencia ficcional de la festividad, porque es la fuerza emblemática de la propia lectura lo que toca ensalzar hoy, incluso por encima del libro mismo, cuya ancestral hegemonía como utensilio literario sobre otros medios de lectura va quedando por cierto reducida ante el ímpetu imparable de otros soportes lectores que compiten y van superando la oferta libreril en cantidad, variedad y hasta en seducción, (me disculpen los románticos).

Y no aludo tanto, aunque también, a los variopintos trastos digitales, como al periodismo, en formato prensa escrita, que es otra forma de ofrecer literatura, efímera pero sabrosa, para leer como el pan de cada día, recién horneada y por ende, con una plenitud crujiente, de aroma envolvente, ante la que el formato libro no ha sabido responder. Y es una sana rivalidad porque si lo literario fuera, como creo, esa creación palabrera que alumbra sombras y nos ayuda a distinguir el bien del mal, lo bello de lo vulgar o a percibir el riesgo y ventura del vivir, hoy también es un buen día, el mejor quizá, para reconocer que el periodismo escrito se ha integrado en el acervo cultural gráfico cuyo liderazgo retenían los libros.

Porque su variedad de géneros, cada vez más diverso, armoniza la actualidad noticiable con la miscelánea opinante sociológica, política o filosófica, a menudo chispeante, o con las indagaciones historiográficas y costumbristas locales con que nos deleitan investigadores, fijos o discontinuos, como los A. Sevillano, JL. Ruz, JM. Bretones, etc. Así que qué quieren que les diga, que apenas quedan grandes plumas que no podamos leer tanto en prensa como en libros y cuya obra se acopie hoy tal vez más en hemerotecas que en bibliotecas. Bueno, no sé si serán figuraciones mías, pero sí sé que la literatura y los lectores, salimos ganando.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios