Francia al borde del abismo

El racismo y la xenofobia está tan institucionalizada en las diferentes administraciones públicas del país galo

Después de la pandemia, la brecha social en suelo francés se ha ampliado a un millón de personas más que viven en precariedad y por debajo del umbral de la pobreza, junto con los nueve millones de personas en especial situación de vulnerabilidad que ya se encontraban en esa tesitura. Personas que viven en un estado de extrema pobreza y que, entre otras causas, sufren una merma de sus ingresos, que los aboca a no disponer de capacidad para hacer frente a las rentas del alquiler, los gastos fijos básicos com0 el agua, el gas y la luz, así como los gastos de alimentación, de productos de higiene, de vestido y de transporte que han soportado en los últimos meses el aumento desmesurado de la inflación, cebándose con el poder adquisitivo de las clases populares y de las comunidades más vulnerables. Los sectores sociales más afectados por la crisis son aquellos que viven en los banlieues o periferias de las ciudades. “Sufriendo estas condiciones de vida, la comunidad migrante dos veces más probabilidades que el promedio nacional y tres veces más de posibilidades de estar desempleados”, según ha aseverado Iona Lefebvre en un artículo para el Instituto Montaigne. Este hecho hace que, en cierto grado, la necesidad y la desigualdad socio económica degrade aún más el paisaje social y deteriore la geografía íntima, física, económica, social y cultural de las relaciones humanas que se establecen alrededor de las zonas urbanas del extrarradio. Este deterioro del tejido social permitido y alimentado por las diferentes administraciones públicas ha terminado en convertirse en un problema social que ahonda la situación de emergencia humanitaria que atraviesa el país y la angustia asociada a las condiciones infrahumanas que vive parte de la población que puebla la sexta economía mundial. El racismo y la xenofobia está tan institucionalizada en las diferentes administraciones públicas del país galo que nos queda en la retina las palabras del que fuera Ministro del Interior y después Primer Ministro de la nación, Nicolas Sarkozy, que calificó a los manifestantes que comenzaron las protestas de dos mil cinco por la muerte de dos menores electrocutados como escoria y que días más tarde volvió a reiterar y afirmar que eran “matones, escoria”. Insistió y ratificó.

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