Frenesí naif

Cundió el ecologismo y el anticapitalismo y los dioses ponderaron al alza a los irreverentes

El rock existe. El rock salvaje, me refiero. No el rock de las vacas sagradas. El rock de los pantanos. El rock que mata. El rock de los grandes estadios que nadie conoce. El rock ya no es joven ni pelazo, es sesentón y calvo. En ese planeta llamado Argentina donde los ídolos son ídolos exponenciales (al contrario que en España, donde los ídolos son conjuntos vacíos) hasta el antiídolo puede congregar más de trescientas mil personas, cuando aquí en España congregaría menos de trescientas. Y con trescientas mil, el Indio Solari escribe un Altamont rutinario, con dos muertes sin ángeles del infierno ni navajas. En otros planetas minúsculos rebozados de magia existen grupos como Los Punsetes que magnifican el indie, lo exportan, lo explotan, lo gritan, lo giran y lo distorsionan. Y sacan nuevo disco. Aquí, donde no van a llenar nada aparte del conjunto vacío, no obstante hacen rock salvaje, aunque sin muertos. Viva el mensaje sin mensaje, eso es lo que piensan de tu (puto) grupo. Grupo del culto en el país en el que todo es de culto (de culto = taquilla floja, escaso money) pero que arrasa en los microsurcos virtuales y en los locales de un máximo de trescientas personas de aforo. La diferencia con la prole de pardillos que va a tocar los tres acordes que saben en el hub de la #0 es que ellos suenan de escándalo y escupen la esencia de la agg movida. Dice la leyenda que Ariadna, la chica que canta, es imperturbable en el escenario, apenas se mueve, apenas parpadea. Pero Los Punsetes son más que ese sello, son un huracán que no necesita moverse. Cuando los dioses inventaron la música indie dividieron los grupos en dueños un sonido colosal y cientos de panolis sobredimensionados y bobos hasta morir. Cundió el ecologismo y el anticapitalismo y los dioses ponderaron al alza a los irreverentes. Y yo he estado ajeno a ellos. Hasta ahora. Y oh, hay cambio climático, por fin, por fin cambia el clima, hay combustión y kilógramos de co2 matando la atmósfera de la generación fofa, ñoña, gazmoña y falsa de primaveras sounds. Ha llegado la primavera de verdad, con frío y calor. Le han tirado la taza de té al hipster, le han puesto alfileres al muñeco de vudú del atrapasueños del ecologista. El tiempo es un fuego que les consume, es un tigre, es un río que les arrebata. Pero ellos son el río, son el tigre y son el fuego, y ya da igual lo que venga luego. Allí, en Alphaville.

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