Maceteros que embellecen las calles.

Maceteros que embellecen las calles. / Antonio Lao

La disposición de las cosas importa, y el color y la conjunción y el paisaje. A veces, hacer más llevadera la vida, o más armoniosa, es cuestión de hermosearla un tanto. Sin que, para ello, sean necesarias elaboradas composturas o tramoyas aparatosas. Basta el ordenado y nutrido despliegue de una compañía de macetas capitaneadas con la disciplina del orden y la celeste uniformidad de su porte. Con solo imaginar este doméstico y luminoso mirador, sin macetas, se advierte qué distintos pueden ser los espacios si no se adornan para hacer más atractiva y complaciente su desnuda o primera configuración. Tal debe ser uno de los fundamentos de la estética, sin necesidad de acudir -aunque siempre asista- al intemporal raciocinio de los clásicos, toda vez que se trata de apreciar la armonía y la apariencia agradable a los sentidos que procura la belleza o su muy cercana aliada, la hermosura. Tanto, y ahora sí alumbran los clásicos, que lo concerniente a la moral, a las acciones y normas que sitúan ante la ancestral dicotomía de lo bueno y lo malo -en verdad, abunda más el término medio de lo regular-, en definitiva, a la ética, puede no darse o no regir si no se acompaña de la estética. De ahí que importe la genuina belleza de este rincón.

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