La patocracia es un neologismo de hoy que alude a algo tan arcaico como el liderazgo político de trastornados mentales, más o menos trágicos. Un hecho histórico sobre el que aún la democracia, no ha tomado conciencia, a pesar de la dimensión brutal de sus efectos para la estabilidad social. Y resulta paradójico que un piloto de avión deba superar más de un test psicotécnico, mientras que para ser presidente de gobierno, no exista control de salud mental alguno. ¡Maaadre mía, así andamos! Porque no se trata ya ejemplificar sobre personajes pretéritos, desde Nerón a Hitler, Stalin o Napoleón, que hay que ver cuanto prócer rarito pulula por la historia, no. Lo grave es que diversos trastornos de la personalidad se aprecien en los líderes actuales, a pesar de que existan multitud de tratados que adviertan sobre el potencial daño que los psicópatas funcionales con sus rasgos de frialdad, intrepidez, carencia de sentido de culpa y desapego emocional, narcisismo y fingimiento compulsivo, crean. Un fenómeno que no es irregular ya que más del 80% de los presos y sobre el 12% de paisanaje, se diagnostica como psicópatas o con rasgos psicóticos; o sea, que hablamos de un trastorno extendido en la sociedad que provoca desmanes habituales, que solo nos alarman cuando estallan en sede sociopolítica o criminal. Por ejemplo, estos días Y.N. Harari advertía en ABC sobre un Netanyahu obcecado por resistir en el poder a fuer de primar su interés personal sobre el nacional; y expertos como K. Dutton (Sabiduría de Psicópatas) o S. Taylor (Des/Conectados), ofrecen diagnósticos sobre Putin o Trump, que despejan cualquier duda respecto al alcance y peligros de la patocracia. Y por aquí también vamos servidos. En 2019, un psiquiatra clínico cordobés, J. Sama, le diagnosticó en El Confidencial a P. Sánchez un trastorno personalidad típico de psicopatía narcisista, por su apego al poder y desapego a la crítica y al daño ajeno, capaz de decir un día una cosa y otro la contraria, según le interese. Y claro, la pregunta es obvia: ¿estamos condenados a que nos gobiernen psicópatas? Querría pensar que no, que soluciones haylas, aunque serán utópicas mientras no se tome conciencia social de la atracción patológica que ejerce en ciertos sujetos el acceso al poder político y de la necesidad de higienizar la salud mental filtrando la de quienes han de gestionar las instituciones. Mientras tanto, seguimos condenados a que nos gobiernen.

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