Hacer pedagogía

“Hacer pedagogía” no debiera consistir en explicar lo incomprensible, sino en demostrar por qué lo es

Los estudiantes de Pedagogía suelen aburrirse cuando sus profesores universitarios pretenden enseñarles que esa, la pedagogía, es una ciencia. Asunto relacionado con la relevancia, el rango, de las disciplinas, toda vez que las humanidades o las ciencias sociales parecen menos “científicas” que las experimentales o técnicas. Controversias académicas al margen, menos dudas habrá para convenir o compartir que la pedagogía es una ciencia que se ocupa de la educación y, por esto mismo, desentraña los procesos de la enseñanza con el concurso de la didáctica, una de las más destacadas disciplinas pedagógicas. Acaso por esto último se utiliza la expresión, se manifiesta la recomendación o se traslada la necesidad de “hacer pedagogía”. Otra cosa es a qué se aplique ese propósito, pues atañe, entre otras cosas, a controvertidas situaciones en las se trata de convencer ante lo que cuesta admitir, en lugar de explicar bien posturas sensatas y, a la postre, comprensibles con el concurso de la pedagogía. No debe confundirse esta, por tanto, con dos alteraciones del llamado “relato”, que comparten el sufijo de las tendencias; esto es, el “digodieguismo” y el eufemismo. El primero para convencer de lo contrario de lo dicho y el segundo para suavizar la expresión de lo que quiere decirse sin decirlo. Como si la pedagogía hiciera las veces de digestivo que ayudara en la digestión de ruedas de molino. Tal instrumentalización pedagógica conduce al adoctrinamiento en bastante mayor medida que a la enseñanza.

Así las cosas, “hacer pedagogía” conlleva la intención, más o menos explícita, de convertir no solo en aceptable, sino en beneficioso y necesario el argumento del “relato”, por vuelto o contrapuesto que resulte. Parecida referencia a la pedagogía se hace cuando acciones que debieran merecer reconocimiento o respaldo no lo alcanzan y, entonces, debe tratarse de que no se han sabido explicar o trasladar de buen modo. Con riesgo de que la pedagogía se acerque a la propaganda y esta lleve al proselitismo. Ay, en fin, de la pedagogía, cuando el noble arte de enseñar -la docencia es una actividad profesional que participa de lo artístico- se pone al servicio de coyunturas y apremios para hacer comprensible lo que cuesta explicar y entender.

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