República de las Letras

Halloween, memento mori

Esta noche nos tomamos la Muerte a la ligera: nuestra existencia conserva su sentido, nada de pensar en el Más Allá

España es país trágico, tierra de trágicos. La muerte siempre ha sido aquí un tema desagradable que no hay que frecuentar. Tenemos la muerte mal asumida. Preferimos pensar que viviremos para siempre, que eso de morirse con nosotros no va, que es cosa de los demás. Y sin embargo… Es un mecanismo de defensa. Los estoicos, los epicúreos, los cínicos, todos aquellos filósofos griegos que concibieron la existencia humana como fugaz, finita, inevitablemente avocada a la muerte, dieron respuestas distintas a cómo enfocar la propia existencia sabiendo que vamos a morir y que eso no tiene remedio. El catolicismo centró el asunto en sus llamados santos, es decir, aquellos que después de morir alcanzaron la presencia de Dios por sus buenas conductas mientras vivieron. Luego se dieron cuenta de que olvidaban a los que no alcanzaron esa excelencia, y colocaron a continuación el Día de los Fieles Difuntos. A los no fieles, que les den.

Me gusta el enfoque americano. En Halloween se toman el asunto de la muerte en broma. Es una fiesta de disfraces, calabazas que se ríen, calaveras, y juegos infantiles del truco o trato. Todo, para seguir sus vidas sin tener que pensar seriamente en el Más Allá. Porque esa es otra: tiene que haber un Más Allá, si no, ¿qué sentido tendría el más acá?

En los colegios católicos no celebran la fiesta de Halloween aduciendo que es una fiesta pagana. Caramba, casi todas las fiestas cristianas tienen un origen pagano, incluida la Navidad. Hay algo de fanatismo religioso, típico español, en eso. Esa intolerancia nacional que pretende que lo nuestro es lo verdadero. Consecuencia de los tiempos que corren, tan parecidos a los años 30 del siglo pasado.

Pero aquí hemos sabido asumir la fiesta pagana enfocándola a nuestra manera. Como el carnaval, la hemos reducido a disfrazar a los niños de fantasmas, brujas, zombis, etc. Ellos se lo pasan pipa y los mayores nos desembarazamos de ese sentido trágico de la Vida y la Muerte que durante siglos nos ha infundido la Iglesia Católica.

Así que viva Halloween. Gracias a él nos tomamos la Muerte mucho más a la ligera, nuestra existencia conserva su sentido, no tenemos que pensar en el Más Allá –si es que existe, que esa es otra– y, en el más acá, que es el que importa, seguimos con nuestras rencillas, nuestros odios…, como si nunca fuésemos a morir. Nada de memento mori. Lo teníamos que haber inventado nosotros.

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