Hijos o hermanos

El reto no es el punto de partida: si hijos, una gracia; si hermanos, una lucha. El reto es la meta a alcanzar

Hay cuestiones en la vida que son esenciales: para muchas personas, que mi uso del género (gramatical) no sea inclusivo de la condición sexual (elegida libremente desde la individualidad de cada ser humano), ya es criterio para no seguir leyendo las líneas que siguen. Que el lenguaje no es inocuo ya lo mamé desde chiquitico: o coordinamos los "-ismos" o la militancia será de salón. Y es que éste es el gran logro de la mano que mece la cuna. Se nos muestra el gigantismo de un enemigo (común), tan poliédrico, que sólo podemos atacarlo desde una de sus caras…, despistando así la realidad de que todas las personas estamos implicadas en la Causa Común: la hermandad de todos los seres humanos. Pero no, siendo muy importante, la anterior causa es superada por otra que, de siempre, me ha dejado perplejo: si el objetivo es alcanzar la convivencia en justicia de medios e igualdad de derechos, ¿por qué siempre nos ha dividido la cuestión de cómo alcanzar esa justicia y esa igualdad? No me quiero referir aquí a todas aquellas otras personas que, desde su propio derecho a elegir, están en una posición lejana o aun contraria a estos argumentos: ¡quién soy yo para hacer causa común con quien no quiere o rechaza, libremente, participar en la causa común que los derechos humanos nos propone para todo ser humano! Entretenernos en el debate de cómo cambiar el sistema es una de las claves para que el sistema no cambie. De hecho, por no usar la equis, el asterisco o la arroba, me ganaré más enemistades (pese a mi lenguaje inclusivo) entre quienes militan (de forma completamente legítima) en esa lucha que entre aquellas otras personas que están muy agustico (perdonaréis mi almeriensismo) con las cosas tal y como están. Y es que nos va la marcha a la gente que situamos nuestra militancia desde estas coordenadas epistemológicas tan concretas como son la justicia y la igualdad. ¿Por qué? Es como si alcanzar el objetivo final desde las posiciones del otro, deslegitimase mi lugar epistemológico. Es decir, al fin y al cabo, pareciese más importante mi análisis previo que nuestro objetivo común. ¿Estamos acaso tan aferrados a nuestras ideas que renunciamos a la causa común por tal de no sentir el vértigo de la ausencia de apoyo bajo nuestras piernas? El reto no es el punto de partida: si hijos, una gracia; si hermanos, una lucha. El reto es la meta: hacer realidad los derechos humanos.

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