Kultur

Culturista es el que cultiva la cultura sin leer un solo libro. Le basta con mover el equivalente en peso de miles de libros

Cculturista es el que cultiva la cultura sin leer un solo libro. Tan sólo le basta con mover el equivalente en peso de miles de libros. Es como si en el otro lado del tirante le pusiesen quinientos libros en carga y los subiese y bajase con un solo brazo. Y sin abrir ni uno solo. Un ministro hace lo mismo pero con miles de euros y miles de palabras. No necesita sin embargo mover ni un solo libro, y menos abrirlo. Sus libros están estáticos en la estantería, limpios y brillantes, porque la encargada de la limpieza los tiene impolutos. Obsérvese que he dicho encargada, y no encargado o encargada. Nótese que no pierdo tiempo en referirme a lo que no existe. Tampoco el ministro mueve con sus movimientos de euros y labios millones de neuronas dormidas que están en otros mundos más cercanos al culturista que al ministro. O mejor dicho, más alejados de todos ellos en playas cercanas donde a lo mejor alguien sí abre un libro por eso del veraneo, la playita y la novelita. Cuando llega al chiringuito, tasca, taberna, bar o venta seguro que el libro está bien cerrado en el bolsón playero unisex. Mientras el ministro se ha regodeado sobre lo que fomenta la cultura, cosa que siendo él de A, no lo hace el de B, remarcando esto continuamente, aunque, eso sí, ninguno de los dos tienen tiempo para leer libros y casi para ir a actos culturales y si van es en representación de la cultura misma. Por lo tanto y a efectos prácticos, ellos, es decir, él, es la cultura propiamente dicha. Al fin sabemos por reducción al absurdo qué es la cultura exactamente, y quién la tiene y quién no. La conclusión es evidente. Esto era algo necesario de concretar y definir ya que el gilipollas que se pasa toda la vida comprando y leyendo libros se piensa que tiene cultura y no, jamás. Tiene, a lo más, libros. Y para más inri no se los ha leído todos. El mundo pues se divide en infelices cultos (infeliz de ingenuo), felices incultos (feliz de certero), indiferentes, y la cultura en sí. Y la cultura en sí es el martillo que debe golpear fuerte a base de aporrear a todo bicho viviente y a todas horas para que goce le guste o no de su persona porque sin él no hay civilización, no hay progreso y no hay, efectivamente, cultura. Y pobre del que vea leyendo un libro para emular lo que su presencia ofrece y exige. Un infeliz que lee cosas en vez de vivirlas o presenciarlas en persona. Era estupendo quemar.

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