República de las Letras

Ley de protección animal

Esta ley, como tantas otras, viene a corregir los abusos cometidos, como el abandono de perros, tan frecuente

Acaba de entrar en vigor la Ley de Protección Animal. Ya era hora. Es enorme la cantidad de perros abandonados. Y también la irresponsabilidad de la gente, que tiene animales creyendo que los tiene bien, que sabe manejarlos, basándose en creencias, malas informaciones y costumbres que, aunque se vea una y otra vez que no funcionan, siguen rigiendo la relación de las llamadas mascotas con sus dueños y sus familias. Y, lo peor, con el entorno, que es lo que esta ley viene a reglar en realidad.

Esta ley, como tantas otras, viene a corregir los abusos cometidos. No es raro ver al vecino que saca al perro al anochecer con un largo cordón extensible y, mientras el animal va y viene sin control, el tipo se dedica, distraído totalmente del perro, a mirar el móvil. O la mamá joven que lleva a su perro atado al carrito de su bebé, confiada en que no dará un tirón inesperado al ver, por ejemplo, a otro perro cerca. Y qué decir de quien tiene al perro encerrado en el balcón, o de quien no lo saca en todo el día y al final el pobre tiene que hacer sus necesidades en la terraza, chorreando el pipí al vecino de abajo. Todo ello se basa en la ignorancia de la naturaleza del animal, en la creencia de que habiéndolo criado desde cachorrito va a obedecer siempre. O, peor, en un manejo inapropiado, asimilándolos a niños, sin darse cuenta de que el mundo animal es totalmente distinto del mundo humano. Es corriente que, cuando un perro le ladra agresivo a alguien en la calle, el dueño, invariablemente, diga: “No hace ná”. Una pistola puesta sobre una mesa asusta a cualquiera. Y tampoco hace nada… hasta que lo hace. Aquel cachorrito encantador que se compró en Reyes a los niños, es frecuente que se convierta en una carga pesada para el padre o la madre de esos niños, que se desentenderán pronto de él: en cuanto ese ser viviente manifieste sus necesidades fisiológicas y sociales y éstas se conviertan en obligaciones ineludibles. Y los animales no saben de fiestas, ni de trasnochos, ni de resacas.

Esta ley ha suscitado también muchos bulos y mentiras, elaborados y propagados, en general, por la extrema derecha. No ampara a los perros de caza, en un alarde de trato desigual a los ciudadanos, ni a los toros, ni a los animales, dicen, de trabajo, como si el trabajo fuese inherente al animal y no impuesto por el hombre.

Bienvenida sea esta ley. Que se reglamente y complete cuanto antes.

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