De puerta a puerta

Andrés Caparrós

Comunicador

Mediocres, pero vivarachos

En aquel tiempo, muchos afirmaban que mi paisano, de Serón, Almería, era el mejor futurólogo del mundo

Con el pasar de los años, no quedará ninguna huella de sí mismos en el camino porque un simple aguacero habrá borrado sus pisadas. Y, más allá de su impostura habitual, sentirán que sus vidas han sido perfectamente prescindibles.

Rafael Lafuente - parece que lo estoy viendo, fíjate -, hablando con José María Íñigo en la tele, dejó caer la sentencia… “España es un país de mediocres vivarachos”. Entonces, ya me pareció que se quedaba corto. A la afirmación, rotunda y categórica como palabra de patriarca gitano, le faltó el punto redondo del futurólogo: “España es, y será siempre, un país de mediocres vivarachos”

En aquel tiempo, muchos afirmaban que mi paisano, de Serón, Almería, era el mejor futurólogo del mundo. Íñigo lo puso en un brete cuando, en vivo y en directo, lo retó a que predijera la fecha de su propia muerte. Lo hizo y fue un minuto de oro en la historia de la televisión. No acertó. Pasada la fecha de su anunciado deceso, Rafael Lafuente fue invitado por José María a dar una explicación delante de las cámaras. Inolvidable, la petición de perdón a la audiencia por no haberse muerto cuando debía; inolvidable la confesión de su alegría por seguir vivo, cosa que agradecía a Dios bendito porque podría seguir disfrutando de los excelentes jamones de su pueblo, acompañándose de buen mollate; e inolvidable, la respuesta airada al presentador del bigote más famosos de nuestra televisión, cuando lo acusó de ser un falso futurólogo y un charlatán.

Espero que este marco “contextual” valga para afirmar que, efectivamente, en lo tocante a la clase política, sobre todo, el nuestro es, y será, un país de mediocres vivarachos. Gente advenediza. Mala ralea. A edad temprana, ventean el celo del poder, del trinque, de la sopa boba. Como iluminados aprenden rápidamente el Decálogo Del Buen Chaquetero. Así, adulando, adulando uno tras otros a todos los que pueden servirles de peldaño en su escalada hasta las más altas cumbres posibles, pasan sus vidas de mentirosos y mediocres vivarachos. El instinto de supervivencia, les ayuda a sacar tajada cuando se destapan corruptelas que afectan a sus mentores. En tal circunstancia pueden mejorar sus estatus, lo saben, y aprovechan la ocasión trabajándose fervorosamente declaraciones públicas en defensa del jefe en apuros, quien, pasada la contingencia que han embarrado la extrema derecha y la derecha extrema, compensará con creces el arrojo verbal y la lealtad demostrada.

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