Parasoles de Pascua

Deberíamos ir todos vestidos con traje y corbata de tonos oscuros, sombrero y para las damas parasol

Todos los días de Semana Santa vas y te tomas un americano en el kiosko Amalia. Ya lo tienen hasta de verano, frío y con pajita. Si encuentras sitio, claro, y si no en la barra. Abarrotados bares, abarrotado kiosko, desoladas calles temprano el domingo de Ramos hace un tiempo cálido pero no bochornoso y eso sí, en la Habana no hay una mesa libre un poco antes de que empiece la procesión de la Borriquita. Bueno, sí, hay una, al fondo. Vestido elegante con chaqueta negra, no pegan los tonos chillones, te tomas un café y lees el periódico. Así tenía que ser cada día de la Semana Santa. Y por la tarde te vas a ver procesiones. La Habana de calle Altamira se vacía cuando ya viene la procesión, que tan temprano tiene muchos claros en las calles. Saludo a familiares, compro las palmas pequeñas y grandes que venden al paso de la procesión. Deberíamos ir todos vestidos con traje y corbata de tonos oscuros, sombrero y para las damas parasol, posar para las fotos en blanco y negro, acicalarse el bigote. Pero las formas raídas de las chaquetas con caspa hacen del tiempo vulgar paisanaje monótono de poco domingo. El parasol sí que tenía que volver y con razón porque en las sillas de tribunas puestas para los ciudadanos no hay un mal toldo, necesario porque a mediodía ya cae un sol de justicia. Nos invitan a que nos sentemos pero decimos no, gracias. Preferimos ponerlos justo a los pies de los muros gruesos de la catedral-fortaleza, que nos abriga con su sombra, aunque vemos la procesión a lo lejos. Y a lo lejos, eso sí, el palco de las autoridades tiene su techo o toldo que no impide no obstante que el sol, bastante inclinado dé totalmente en los ojos de los notables prohombres. Luego nos vamos a la calle de las Tiendas, estrecho paso de la procesión donde solo queda un hueco al final, en el que se duda que quepa el paso de los tronos con el gentío en ambos lados de la calle ya a esta hora abarrotadas, abarrotado todo viene el paso de la Borriquita, que es un paso, sí, no un trono, pero el paso va en un trono por lo que viene a ser lo mismo. Leo artículos sobre la festividad de la fiesta que ahora es más fiesta que devoción, más cubatas viendo pasar los pasos, cervezas y comilonas, vulgaridad a raudales, miles de móviles grabando, fotografiando, chateando, telefoneando. Lucen los soles apenas nubarrones que se van y el kiosko Amalia, eso sí, siempre abierto y abarrotado.

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