La tapia del manicomio

Pensiones y bitcoines

Ni se sabe quién es el autor de la susodicha ley, ni tampoco es seguro que Pitágoras fuera el auténtico autor de 'su' teorema

Hoy lunes, Día Internacional de la Mujer, a pesar de la encendida controversia que hay montada sobre si se autorizan o no las manifestaciones, está claro que va a haber por lo menos una: la que hacen todos los lunes los jubilados bilbaínos en pro del aumento de las pensiones. Los manifestantes se refieren al aumento de la cuantía de la pensión, no al aumento del número de pensionistas, que ese aumento viene solo. Lo malo es que hay una ley económica -y de sentido común- que dice que cuantos más sean a repartir, a menos tocan. Es una ley que tiene al menos tanta vigencia como el teorema de Pitágoras. Y la verdad es que ni se sabe quién es el autor de la susodicha ley, ni tampoco es seguro que Pitágoras fuera el auténtico autor de "su" teorema.

Que las pensiones son bajas sí que es un auténtico teorema, o más bien un axioma, de autoría también ignota, pero en la que todo el mundo está de acuerdo y piensa que vive en un país con un gobierno rácano. Si aceptamos tanto la validez de ambas leyes como la justicia de las reivindicaciones de los pensionistas, estamos ante buen problema insoluble: de dónde sacar más dinero -que no sea del contribuyente- para aumentar las cuantías, sabiendo que el número de pensionistas aumenta a una velocidad uniformemente acelerada, y que no hay quien la pare. Y encima, la cuantía de la pensión media también va aumentando a una velocidad considerable. La conclusión ya la anticipó el maestro Rafael El Guerra: "Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible".

Puede haber varias soluciones. Está muy acreditada la solución de Pancho Villa, que es darle más rápido a la máquina de hacer billetes. Esta solución es más que histórica, porque la han practicado todos -unos más que otros, pero todos- en algunos momentos de su historia. Otra solución, más obvia, es la de reducir el número de perceptores, para lo que hay varios sistemas, desde jubilar a los ochenta años hasta imitar a los nazis. Una solución más imaginativa es la de pagar en "bitcoines" y rezar para que, cada mes, entre el día que ingresa el Estado los dineros y el día en que el banco se lo abona al pensionista, haya subido el bitcoin un veinte o un cuarenta por ciento. Y si a algún quisquilloso se le ocurre preguntar que de dónde va a salir el dinero de ese aumento del valor del bitcoin, la respuesta está clara como los testículos de un burro mohíno: del algoritmo, evidentemente.

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