Pobre ONU, pobre mundo

Será un buen consejo o un gran sermón, pero carece del factor más definitorio de toda ley

Lo primero se aprende al estudiar Derecho es que una regla de convivencia que no cuente con el respaldo disuasorio de la fuerza no es Derecho. Será un buen consejo o un gran sermón, pero carece del factor más definitorio de toda ley: su carácter coactivo. Un axioma basilar cuya ingenua invocación me costó un suspenso en mi carrera (Dº Internacional) por alegar que la ONU era un organismo florero, mientras rigiera el derecho de veto de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, lo que le negaba eficacia sus decisiones más allá de verbalizar una censura; y que eso lo condenaba a mediar como un órgano inane e inoperante, reviviendo el mismo error que impidió a su precedente institucional, la Sociedad de Naciones, conjurar el inicio de la 2ª Guerra Mundial. Y seguimos igual. Con una angelical Carta Fundacional, que proclama: «Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra y a asegurar que no se usará la fuerza armada sino en servicio del interés común…» Suena bonito, ay, pero nada creíble ¿verdad?, después de tanto drama evitable y no evitado en estas décadas, al pairo de mezquinos intereses económicos de unos y otros, que paralizan la decisión del Consejo de Seguridad sobre el uso de una fuerza multinacional que habría abortado cientos de estragos en estos años, incluida acaso la guerra de Ucrania, ante la que se alzó el veto ruso. Que no es al cabo sino otro veto más, porque, desde su creación, en 1945, el privilegio del "veto" en el Consejo, (camuflado en la Carta, bajo la exigencia de "unanimidad"), ha paralizado su intervención en más de 236 ocasiones; entre ellas, 79 veces por EEUU, y otras 103 por URSS y Rusia. Imaginen la de genocidios que hubiera evitado un Consejo democrático y no lastrado por una ineficacia que desprestigia la institución y justifica que cualquier sanción internacional solo se pueda adoptar por pactos ocasionales de organismos paralelos (tipo OTAN) o grupos de países afectados. Lo que no deja de ser un escenario perversamente idóneo para que alguno de los villanos y dementes, con botón nuclear a mano, como hay, diga un día u otro de tomarse la justicia según le venga en gana, además un medio infalible de llevarnos a la destrucción mutua asegurada. Así que hoy, como ayer, aunque me volvieran a suspender lo sigo creyendo y escribiendo: ¡pobre ONU y, peor aún, pobre mundo!

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