Punto de no retorno

No creo que Sánchez haya leído a Kafka, no parece que le interese la literatura, aunque sí los literatos serviles: los tiene a mares

Kafka lo dejó escrito en sus cuadernos de apuntes: “A partir de cierto punto, no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar”. No creo que Pedro Sánchez haya leído a Kafka –no parece que le interese la literatura, aunque sí los literatos serviles: los tiene a mares–, pero es evidente que ha alcanzado esa fase. En la negociación con Puigdemont ha cruzado el punto de no retorno y ya no puede ni quiere volver atrás. Por supuesto que la situación se le está complicando y hay un riesgo evidente de enfrentamiento civil. Lo que hizo la policía gaseando a los manifestantes frente a Ferraz es un asunto gravísimo (habría que ver lo que escribirían nuestras almas bellas si los manifestantes hubieran sido de izquierdas), pero a él le da igual. Mejor dicho, él se crece en esas situaciones. Es la temeraria estrategia de la polarización que ha introducido en la vida política copiándola de los indepes catalanes: copar todas las instituciones, malgastar todo el dinero público que haga falta y aplastar a la oposición sin darle opción a gobernar en los próximos cincuenta años (o siglos). Dicho de otro modo, el cesarismo autocrático puro y duro. La izquierda, o al menos una buena parte de la izquierda, nos hacía creer que creía en la democracia liberal y en el estado de Derecho, pero en realidad suspiraba por un caudillo, sólo que rojo en vez de negro. Y ya lo tiene. Y con los escrúpulos morales de una piraña, igual que el otro.

España -o lo que sea que ocupe su lugar- era un lugar privilegiado para vivir. Éramos una sociedad pacífica, segura, muy abierta y muy libre, donde se podía hablar con total libertad y donde se disfrutaba de una envidiable calidad de vida, a pesar de nuestras limitaciones y fallos e injusticias. Pero eso ya es cosa del pasado. Vamos a vivir una larga época de enfrentamiento civil igual a la que se vivió en Cataluña durante el procés o a la del País Vasco en los tiempos siniestros de ETA y sus secuaces (tan admirados por los mendrugos al servicio de Sánchez). De hecho, ya lo estamos viendo en nuestro propio entorno: dentro de una misma familia o grupo de amigos ya hay gente que no se habla por culpa de la política. Es el ambiente irrespirable que conocemos bien todos los que hemos vivido en las comunidades donde gobiernan los nacionalistas. Y ese ambiente se está extendiendo por todas partes. Maravilloso.

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