Este viernes hemos festejado el solsticio estival, la noche más breve del año, una festividad pagana cristianizada en honor a San Juan que invita a replantearnos lo que tenemos, lo que dejamos atrás o lo que esperamos renovar. El signo más representativo del festín, ?sardinas aparte?, acaso sea el fuego que alumbrará, entre sombras y conjuros, alguna superstición mágica que reconduzca la vida hacia la buena suerte. Fuego y agua como símbolos catárticos para recuperar hábitos deslustrados por el crudo invierno que, por un año más, dejamos atrás. Es bonita la fiesta y vistosa la conjunción de cantos, hogueras, baños y danzas que propician la jovial tradición. Incluso para quienes se toman en serio eso de exorcizar lo que sobra en sus vidas, que suele ser mucho, entre muebles, ropas o fotos, para afrontar sin trabas un futuro liberado, y disponen de una batería de rituales arcádicos que en su versión popular conforman una suerte de pensamiento mágico, que pervive entreverado en nuestra alma arcana, y algo pueril, creyendo que basta con proyectar el deseo sobre la cruda realidad que nos rodea, para lograr algún efecto sobre ella: como si solo con pensarlo, ya bastara para arrumbar con el pasado en un plis plas. Y para esto no hace falta creer en la magia, o algo sí pero apenas se nota, porque esta potagia jaranera y sui géneris suele disfrazarse entre liturgias con poderosos significantes propicios a la hora de augurar provechos providenciales. Vean cómo aún se organizan procesiones para que llueva, cuando sabemos que para combatir la sequía sería más útil aplicarnos en erigir pantanos, desaladoras y evitar el despilfarro de agua. Por eso, puestos a depurarse, lo suyo sería caer en la tentación de analizar cómo invertir nuestro tiempo, el mayor patrimonio vital, y cómo racionalizar las agendas, lo que le daría una pátina de valor añadido a la belleza propia del festín. El problema es que ese ánimo reflexivo se estila poco en esta cultura tan líquida y hedonista, lo que garantiza que al día siguiente amanezca más gente con resaca que regenerada. Aunque sé de uno que este año ha resuelto, como homenaje al ramalazo de purificación sanjuanera que aún le embarga desde la infancia, afanarse en evitar en lo sucesivo a todos los mentirosos y gente tóxicas que pueda, a ver si pudiera reiniciar alguna vez, dice, una vida discretamente feliz. Deseo sincero sin duda, pero ¡ca!, ilusorio.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios