E STOS días se ha escuchado a una Secretaria de Estado menospreciar en público "el saber raíces cuadradas", siendo otras las cuestiones que, en su prioridad, lo adelantaban por interés; por ejemplo, una adecuada preparación en educación y hábitos sexuales. Si de poner en cola preferente se trata, el listado de materias de máximo interés para la ciudadanía, superaría, con mucho, la de cualquier lista de espera sanitaria en cualquiera de las diecisiete comunidades autónomas, además de las dos ciudades que también son autónomas. Por tanto, no voy a proponer yo la mía, pues no haría otra cosa que alargar la larga lista de listas largas prioritarias que ya existe. Pero sí que voy a entrar en ese exasperante mundo del "¿y para qué sirve eso?", pues esa es la justificación de esta responsable de la Administración del Estado.

Lo planteo, porque este soniquete se mete en lo más profundo de nuestro ser y nos termina educando como seres unidireccionales en un "multiverso" virtual donde sólo puedes aspirar a ser un consumidor sin (posibilidad de gestionar ni reivindicar tus) derechos. Porque no es esa persona la única despistada en este debate: hace ya muchos años, un orientador educativo nos planteó a los matemáticos que "y eso de los polinomios, ¿para qué sirve? Se podrían quitar del currículo".

Estos días estoy disfrutando con unas charlas en las que presento el momento histórico en el que Matemáticas y Música, hace unos veinticinco siglos, compartían la base del conocimiento griego abanderado por la Escuela pitagórica. La música, junto a la aritmética, la geometría y la astronomía, formaban el Quadrivium, contenido básico de la formación helena clásica. Y qué, ¿ha pasado algo porque haya cambiado tanto el currículo? No, es más: ahora se muere menos gente por enfermedades que antes, la esclavitud está (legalmente, al menos) abolida, etc. Pero sí, ahora como antes, la ignorancia sigue siendo una fuente muy dañina de osadía inconsciente, que no provoca bien común. ¡Porque el saber, si ha de servir de algo, es para no dejar de preguntarnos el porqué de las cosas. Por eso, si tienes un terreno y te regalan veinticinco plantones de olivo y quieres disponerlos en un cuadrado, saber que consiste en hacer cinco filas de cinco plantones cada una, eso es usar las raíces cuadradas. Me dirás que nada sabe un pececito en el mar sobre el océano, ¡y sabe nadar! Aunque nada sepa, te añado.

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