Ramón Casas y Picasso

Del joven Picasso sorprende, en todo caso, no su cambio de bando, sino su feroz sectarismo

En un grotesco dibujo-viñeta, bastante malo, por cierto, de 1903, Picasso caricaturiza a Ramón Casas en el acto de asesinar a su amigo del alma, Santiago Rusiñol. El joven Picasso, que contaba entonces veintidós años y vivía en París la misma bohemia que una década antes habían vivido los dos pintores representados en su dibujo, estaba adscrito ya, sin fisuras, al mundillo de las vanguardias postimpresionistas que le abocarían muy pronto al cubismo, superado el naturalismo en que había militado pocos años antes. El dibujillo, ciertamente malintencionado, se enmarca históricamente en la concesión a Casas, ese mismo año, del prestigioso premio otorgado por la Societé Nationales des Beaux-Arts francesa, en detrimento de Rusiñol. Pero hay que recordar que, tan solo tres años antes, en 1900, residiendo Picasso en Barcelona, Rusiñol y Casas contaban entre las personalidades artísticas que él más admiraba. Especialmente Casas constituía su referente plástico más venerado por su modernidad, hasta el punto que su primera exposición individual, realizada en el bar de Casas, Els 4 Gats, consistió en un conjunto de dibujos, retratos a carboncillo, que imitaban servilmente los que Casas había presentado un año antes en la Sala Parés y que tanta fama le habían dado. Estos dibujos de Picasso revelan un talento en ciernes notable pero no resisten la comparación con los de Ramón Casas, ciertamente magistrales. Casas era entonces el artista de referencia de la Cataluña más moderna, culturalmente hablando, y usaba la revista Pél & Ploma, realizada por él mismo y su amigo Utrillo, como plataforma de difusión de su obra y de la de sus amigos. En este sentido, Casas publicó allí varios dibujos de Picasso entre 1900 y 1903. Siguiendo su ejemplo una vez más, Picasso fundó en Madrid la revista Arte Joven, que tuvo escaso recorrido. Casas fue una de las cimas europeas del naturalismo, el movimiento de vanguardia que reaccionó contra el realismo académico y dominó la escena artística de las tres décadas últimas del XIX y la primera del XX, coexistiendo al final con el cubismo, futurismo y fauvismo. Del joven Picasso sorprende, en todo caso, no su cambio de bando, sino su feroz sectarismo y su actitud profundamente desagradecida con aquellos que tanto le habían dado e inspirado.

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