República de las Letras

Riña a bastonazos

No quiero un país que viva con miedo como durante el franquismo. Ninguna idea política, ninguna, vale una vida humana

En España, a lo largo de la Historia, siempre hemos andado a hostias unos con otros. Va en nuestra idiosincrasia no tolerarnos, tomar como nuestro peor enemigo al vecino, negarnos al diálogo y al entendimiento, a la negociación y a la cesión en nuestras posiciones inamovibles o en nuestros principios “eternos”. ¡Qué bien nos retrató Goya en aquel óleo, “Riña a bastonazos”! Hemos recorrido nuestra historia de guerra civil en guerra civil desde aquella lucha de ocho siglos contra los moros, que luego hemos estudiado tantas veces como invasores de nuestras tierras sin reparar en que transcurridas unas pocas generaciones eran tan hispanos –o tan andaluces– como “los nuestros”, los castellanos, navarros, aragoneses o catalanes que luchaban contra ellos. Aquella lucha, no tan continua como nos decían, porque también hubo comercio, intercambio cultural, mezcla de sangres y convivencia entre religiones, aquella lucha, digo, dejó incrustados en nuestra mentalidad que nuestras creencias son las únicas verdaderas –como nos decía aquella maestra hace sesenta años: la religión verdadera era la nuestra–, que las de los otros son falsas y que por ello a los otros hay que barrerlos del mapa patrio. Y fueron la Guerra de Sucesión en el XVII, con la cuestión catalana en medio, las Guerras Carlistas, el caciquismo, el pistolerismo, la guerra de clases, la Dictadura de Primo de Rivera, la Guerra Civil, el franquismo… Todavía hoy, hay quien sería capaz de matar a su prójimo por motivos políticos. En el acoso a la sede socialista de Ferraz, en Madrid, requisaron una pistola a un fascista. Y en el Ayuntamiento de Moncada, Valencia, una concejala fascista simula disparar a otra concejala socialista durante el debate sobre la amnistía. La derecha no ha condenado el amenazante hecho.

Ese país que quieren los fascistas no es el que yo quiero para mis hijos y mis nietos. No quiero un país que excluya a la mitad de la población porque no piense como yo. No quiero un gobierno que margine a medio país y gobierne en beneficio sólo del otro medio. No quiero un país que viva con miedo como durante el franquismo, que no se podía hablar de política y había que tener cuidado con los vecinos que nos pudieran oír. Del comunismo nunca acepté su intransigencia y su exclusión de todos los no comunistas. Es lo mismo que me aleja del fascismo. Ninguna idea política, ninguna, vale una vida humana.

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