NI FLORES

Pablo Martínez-Salanova Peralta / Pmartinez@elalmeria.es

Salir pitando

EL domingo estaba viviendo con gran intensidad la posibilidad de que el Real Madrid se proclamase por fin campeón de Liga y cuando llevaba una hora dormido algo me sacó de mi reconfortante sueño. De fondo oía petardos, cohetes y el claxon de un montón de coches. Miles de madridistas podían ya dar rienda suelta a su alegría.

Durante muchos meses les acompañará un estado latente de satisfacción gracias a este nuevo éxito. Pero, ¿cuánto dura la euforia de un título? Esa misma noche y el telediario del día siguiente. Una vez pasado ese periodo de tiempo, el campeonato pasa irremediablemente a engrosar las filas de las estadísticas, que para lo único que sirven es para poder echárselas en cara a los aficionados rivales en futuras discusiones cuando vuelvan las vacas flacas.

Por eso hay aprovechar y dar rienda suelta a la euforia mientras sea posible. Los madrileños acuden a la Cibeles y allí pueden ver a los jugadores y al menos tienen a alguien a quien jalear. Pero, ¿y en el resto de España? Recuerdo que en el ascenso del Almería CF a Segunda, a falta de jugadores, acabamos aclamando a un Garfield de peluche que alguien colgó de una farola en la Puerta Purchena. A mí me llama la atención los que cogen las banderas, las camisetas, y a su cuñado Antonio y se van una hora a dar vueltas con el coche. ¿A quiénes jalean estos? A todo el mundo, a cualquiera que pase por la calle o a nadie en concreto, porque eso es lo de menos, están felices porque su Madrid es el Campeón. Siempre me he preguntado cuándo y cómo se decide que ha llegado el momento de dejar de tocar el claxon por media ciudad como idiotas y volver a casa. Ayer me dieron una pista: "Cuando se nos acabaron los cohetes."

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