Sesera atrofiada

La inteligencia artificial, mal usada, puede devaluar el entendimiento y dejar la sesera reducida a vaguedades

Quizás la inteligencia artificial no sea, en sentido estricto, una contradicción, una combinación de palabras, de sentido opuesto, que da con un significado nuevo, como ocurre con la sonora soledad. Pero sí resulta una inteligencia menos genuina, artificiosa además de artificial, debida a una mayúscula y tecnológica asociación de vínculos, textos y datos, que es ajena a la chispa de la espontaneidad, al resplandor de la genialidad, porque solo se fundamenta en agregar referencias variopintas con procesadores automatizados. Así, la elaboración de trabajos académicos y la realización de tareas escolares acabarán haciendo obsoletos otros recursos, como el copieteo disimulado ante el que, descubierta la treta, se acude a la torticera excusa de la intertextualidad; esto es, utilizar textos ajenos en uno propio sin dar mucha cuenta de ello. Si de este modo ocurre con lo que deberían ser rigurosos trabajos académicos, todavía más con los deberes escolares, tan asistidos por "El rincón del vago" ante la desidia, la dejadez o la aversión al esfuerzo.

Están haciendo de las suyas, por ello, distintas aplicaciones informáticas que acercan la inteligencia artificial a requerimientos, tareas o cometidos ordinarios. Con solo indicar las instrucciones a propósito, tales aplicaciones pueden componer un ensayo sobre las cuestiones más variopintas, escribir poemas con rimas y métricas a libre elección e incluso redactar artículos -este no ha sido así- sobre infinidad de asuntos. La inteligencia natural -dígase de esta forma, ya como alternativa, ya como oposición, a la artificial- permite, a quienes la ejercitan y nutren de la mejor manera, distinguir las obras y textos escritos, aunque no aparezcan con la identidad de sus autores. Y, casi con seguridad, advertirán asimismo cuando se tiene por delante un texto elaborado artificialmente. Sin embargo, la perversión mayor de la inteligencia artificial -sin cuestionar los usos en que resulta del todo necesaria- es que el apellido, artificial, desplace al sustantivo, inteligencia. Puesto que, ante tan fácil acceso a esa tecnológica inteligencia ajena, se atrofie, por el desuso, la propia, y en la sesera no queden sino vaguedades y fruslerías con las que devaluar el entendimiento. Las distopías presentan sociedades futuras donde se pierde el sentido de la propia identidad y la inteligencia artificial hace fácil imaginarlo.

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