Al otro lado de la ventana la lluvia ha vuelto. Se anunció con el aire embarbascado y el revuelo de las hojas secas, antes justo de su toc-toc contra los cristales y sobre la chapa de la caseta de aperos Atruenan trombones arriba que anticipan el repique, el redoble y la furia. Después, silencio rotundo. Los pájaros reaparecen. Pían y canturrean, como agradecidos.

Dar paseos y hacer algún mandado son actividades que acometo con cierta pereza. Después te alegras. Pero lo que de verdad provee de confort al ánimo es sentarse a ver las nubes pasar y la vida misma transitar despacio, sin tarea ni plan. Hay aquí un buen escritorio y una cómoda silla de oficina. De improviso, en este lugar entre cerros, alcornoques y senderos, el petricor que expele el terreno te traslada a una infancia de agosto, mes en el que solía caer alguna tormenta. El agua obra el milagro de dar verdor al escenario. Bendito aguacero tras meses de sequía.

Escribió Antonio Machado: “...monotonía de la lluvia tras los cristales”. No es una tarde fría como aquella del maestro de escuela: es verano postrero. Sin llegar a monótona después del vendaval, la lluvia, si persiste, se vuelve cansada, y es parda; no suele ir de la mano del sol. No anhelo un arcoíris, y es que nunca me volvió a encantar como la primera vez, con hermanos y primos, desde la azotea. Jamás retornaron el rojo, el naranja, el amarillo, el verde, el añil, el azul y el violeta a mostrarse tan definidos. Así que bien estuvo, y tan nítido quedó aquel como borrosos los sucesivos. Sí pervive la emoción del olor a tierra mojada, y lo evocador del sonido de las gotas golpear la montera y la chapa de la casetilla de aperos. Cuando escampa, los abejorros, los verderones y las oropéndolas calman aquí y allá su sed.

Eso fue sólo un sueño. Hoy (es jueves) muere agosto sin que nos visite una tormenta que redima a la tierra, que nos encierre tras las ventanas a asistir al asombro de su liviano bombardeo. O que, valientes, nos empape la ropa. Mientras vemos menguar nuestros pantanos y los pozos, uno se pregunta, ¿cómo no sabemos fabricar agua, si la receta es combinar a mansalva dos moléculas de hidrógeno por cada una de oxígeno? Entre que vamos y no a robarla a remotos exoplanetas, ahorremos. Que nos dé placer cuando aparezca, como al príncipe Vlad Drácula cuando se estremecía lamiendo la navaja de afeitar con la que su joven huésped se había cortado. Dijeron los del parte que llegaría este fin de semana. Y ojalá esté cayendo mucha agua mientras leemos la prensa, a cobijo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios