La tapia con sifón

Tapas por decreto

Lo que, insisto, no entiendo es por qué se quejan los hosteleros: que hagan lo que tengan que hacer y en paz

Desde hace algún tiempo están apareciendo opiniones contrapuestas sobre la costumbre de las tapas incluidas en el precio de la bebida. Una costumbre que empezó en Almería a finales de los cincuenta y que Granada y Jaén imitaron quince o veinte años más tarde. Por un lado, hay hosteleros-incluidos dirigentes patronales- que dicen que este sistema de tapas no es rentable y que hay que cambiarlo. Por la otra parte, opinadores profesionales y aficionados escriben artículos y cartas al director diciendo que eso sería un ataque a nuestras tradiciones. Ambas posiciones me parecen algo absurdas, porque, por encima de cualquier argumento, hay que recordar que los bares son empresas privadas que pueden poner las tapas del tamaño y la calidad que les parezca bien y al precio que consideren. Y los consumidores pueden ir a los que les gusten por la calidad, el precio, el servicio y demás. O sea, que sería absurdo que alguien decretara si hay que cobrar o no las tapas.

Por intentar entender cómo se ha llegado a este "conflicto", recordemos que cuando se inventó este sistema (ver historia en la Guía Gastronómica de Almería del I.E.A.) las tapas se basaban en plancha y guisos que se hacían con productos baratos; de la cocina se encargaba la mujer y al tiempo no se le echaba cuenta. La competencia se basaba en especialidades: pinchitos del Topolino, chérica de la Parrilla, bacalao a la vizcaína del Castilla, michirones de Casa Pascual, tabernero del Disloque, almejas del Real, huevo de codorniz del Arco…Y eran pequeñas: el pinchito era un palillo con dos trocitos de corazón, los guisos apenas llenaban una pequeña concha, y el chérica era una rebanadita y no una tabla de surf. Hasta que empezó una competencia estúpida basada en poner tapas más grandes que el vecino. Y ahora se agarran la mayoría a la 5ª gama, pero ese es otro debate.

Lo que, insisto, no entiendo es por qué se quejan los hosteleros: que hagan lo que tengan que hacer y en paz. Si no les son rentables las tapas de cortesía, que las cobren. Hace ya catorce años que Joseba Añorga montó su primera taberna en la calle Padre Alfonso Torres, donde cobraba todas las tapas aparte y muchos vaticinaron que se la iba a pegar: ¡cobrar las tapas en Almería!¡A quién se le ocurre! Y ahí lo tienen, triunfando en su espléndido nuevo local de la plaza de Urrutia.

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