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Leer, escribir y las cuatro reglas eran los conocimientos básicos, y casi suficientes, que muchas familias querían, antaño, para sus vástagos. Acaso convenga precisar, para los menos metidos en años, que las cuatro reglas no eran sino las operaciones de la suma, la resta, la multiplicación y la división. Hogaño, aunque las reformas educativas alteren ininterrumpidamente el currículo de las enseñanzas, se subraya la importancia de las “competencias clave” y, entre ellas, de la comunicación lingüística, que comprende la expresión, la comprensión y otros ámbitos relacionados. Escribir, por ello, es un ejercicio que resulta del aprendizaje, mas también de algunas facultades o aptitudes que asimismo el aprendizaje realza. Y el uso de la escritura, los propósitos a los que sirve o asiste, es variopinto en su naturaleza y alcance. Tomar notas es uno de ellos, sean debidas a lo que se escucha o contempla, o procuren recoger lo que no está a la vista, pero se ve en la introspección, en la mirada interior, de quien escribe. Por eso las palabras relevan, en la expresión de lo escrito, tanto el modo de comprender lo ajeno como de manifestar lo propio, si bien todo ello puede recrearse cuando no se escribe al dictado.

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