República de las Letras

Torrecárdenas

El personal sanitario, celadores, limpiadoras y demás son de un trato cordial, tanto con los pacientes como hacia las familias

Fste Hacía tiempo que no visitaba Torrecárdenas. Es impactante el cambio que ha experimentado el hospital últimamente, con la construcción y puesta en funcionamiento del Materno-infantil. Hay más espacio y el tránsito es más cómodo para el usuario. Al mismo tiempo, las medidas anticovid han aclarado pasillos, zonas comunes, habitaciones, y ya no se dan las aglomeraciones de hace años, hay más silencio, como es propio en un hospital, y las relaciones con médicos, enfermeras y celadores son más fluidas y personales. Ha mejorado mucho el ambiente. Aunque en este terreno, siempre hay excepciones, la inmensa mayoría del personal sanitario, limpiadoras y demás son de un trato cordial, tanto con los pacientes como hacia las familias. Aquellas distancias insalvables entre el profesional sanitario y los usuarios son ahora mucho más cortas y escuchan e informan con una cercanía que resulta un gran apoyo psicológico para los familiares de los pacientes. Todo esto era raro antiguamente, que se dependía de la condición personal de quien te atendía y era frecuente no encontrar ese trato afable, esa empatía que ahora se aprecia.

Los accesos también han mejorado, pero siguen siendo los mismos. Torrecárdenas lo hicieron donde lo hicieron, en la cumbre de un cerro. No se previó su crecimiento y casi desde su puesta en funcionamiento se ha ido quedando pequeño ante el crecimiento vertiginoso de la población almeriense. Sobre todo, ante la elevación del nivel de vida y la mejora continua de la economía: ¡quién iba a pensar que se iban a necesitar tantos aparcamientos! En aquella operación se forraron los dueños de los terrenos y los constructores –como siempre– y se equivocaron los que compraron terrenos baratos, aislados y arriscados para construir un hospital, cuando se sabía desde siempre que los hospitales, como los colegios, hay que construirlos en llano, de forma que se puedan ampliar según las necesidades y, sobre todo –y esto ya lo enseñaban los americanos desde hace más de un siglo–, con aparcamientos y zonas de movimiento de tráfico rodado para usuarios y proveedores. Lo de “que vengan en autobús”, es echar balones fuera. Y hablando de autobuses, Torrecárdenas está muy bien provisto de líneas y frecuencias. Otro acierto. Nunca será igual que el transporte privado, el coche propio, pero está bien servido.

Me gustaría ver por allí a algún político mezclado con el pueblo llano.

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