El turronero Pedro, de Dulces y Turrones Ibáñez Aguado, parte turrón en unas fiestas alpujarreñas.

El turronero Pedro, de Dulces y Turrones Ibáñez Aguado, parte turrón en unas fiestas alpujarreñas. / P.L.Rodríguez

Las tradiciones navideñas -que no del solsticio de invierno- mantienen el festivo regusto de las añoranzas y, también, de los sabores. Característico es, por ello, el del turrón, y esta imagen, con el contundente porte de una grandiosa pieza del dulce, estimula las ganas de hincarle el diente a los bien trabajados trozos que administra tan adiestrado y joven turronero. Una división, bastante menos determinante que las aplicadas a la oposición o el enfrentamiento, reparte los tipos de turrón en dos categorías generales: el duro y el blando, con las diversas y exquisitas variedades de cada uno, si bien el estado de la dentadura obliga a decidir. En cualquier caso, con los turrones por delante, no solo se ajetrean las papilas del gusto, sino también los recuerdos aquietados en los anaqueles de la memoria. De ahí que este mayúsculo turrón, además de sorprender por su tamaño, abra la puerta de las emociones para recrear las añoranzas, cuando faltan quienes lo llevaron a la mesa, lo comieron al lado y pusieron todavía más buen gusto y sabor con su presencia. Por eso, también, las particulares evocaciones que despertarán los pequeños trozos de este inmenso turrón, saboreado en memoria de tan acompañadas e imperecederas tradiciones.

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