Siempre hemos sabido que los políticos mienten y, si siempre lo hemos sabido, ¿Cómo podemos sorprendernos con cada noticia del covid19? Mienten y mienten mejor aquellos que nos son más queridos, a los que hemos votado y, por tanto, si nos dijeran la celebre frase de Groucho Marx ¿a quién va Ud a creer a mi a o sus propios ojos? responderíamos a ti, por supuesto.

Y les crees o te callas, que es lo mismo, para no tener que aguantar al club de admiradoras (advierto aquí que uso un lenguaje inclusivo). Recuerdo el comienzo de marzo. ¡Madre de Dios! La que me lió una follower gubenamental poniéndome notitas tipo hay mucho experto en Facebook eh! Un poco como para que me diera por aludido.

Pero, señora, si me compré mascarillas en enero, justo después de que dijeran que aquí no pasaría nada. Ahora, puedo poner un tenderete de mascarillas y de calzoncillos. Mientras otros compraban papel higiénico, y yo confiaba en el cerrado bar de abajo para suministrármelo si fuera menester, dediqué mi navegación por internet a comprar mascarillas y calzoncillos. No me pregunten por qué calzoncillos.

Es más, el primer día del estado de alarma, a las siete de la mañana salí a la desierta ciudad con mi mascarilla negra, hecho un pincel. ¿Cómo que salí? Es que tengo perro.

Siguiendo con la desconfianza. Levantado el estado de alarma, cuando ya se podía viajar porque si hubiera un rebrote sería en octubre y, además, el calor mata el bicho -frase que me recuerda a aquella ministra que dijo que la colza era un bicho que si se caía se mataba, o algo así- me cogí inmediatamente vacaciones y me fui a La Almadraba cargado de cervezas por si ponían en cuarentena el barrio. Adiós a los viajes en avión, a visitar ciudades con hijos quejándose del calor, del frio, de la comida, de la ausencia de comida, de andar, de sentarse. No, esta vez, cerca.

Con los rebrotes la temporada turística está tocada de muerte. En los seis primeros meses de 2019 se celebraron 29.247 contratos en la hostelería en nuestra provincia y este año 13.577. Pero tenemos suerte porque la campaña hortofrutícola terminó. Pensemos si lo sucedido en Berja pasase en octubre cuando miles de trabajadoras hayan vuelto a los almacenes. La recuperación económica se ve un poco más lejos y la culpa es de la situación sanitaria. Firmeza en la toma de decisiones y en las consecuencias para quien no las cumpla -por ejemplo, el uso de mascarillas- se hace indispensable de cara al otoño almeriense.

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