Un ejercicio de humildad cuando te entra la tentación de ser cuñado (todos lo somos de alguien) es repasar vaticinios del pasado. En septiembre de 2009, por ejemplo, el presidente Zapatero admitió que se equivocó al vaticinar que lo que estaba empezando a finales de 2007 era una desaceleración económica en lugar de una crisis. Bueno, no pasa nada. Somos humanos y, por tanto, podemos cometer errores que afecten a la vida de miles de personas.

Ocho años después se auguró para 2023 la recuperación de todo el empleo destruido. Ya es triste que, entre esa crisis y la total recuperación haya surgido una pandemia. Un año después, 2018, se afirmaba que España iba camino de convertirse en un país de camareros. Era el empleo que más crecía y había 210.000 más que al iniciarse la crisis. ¿Por qué los defensores iniciales del esto es una simple gripe, pero chico la alarma se extiende más que los datos, tienen ahora tal ojeriza con los bares, acusados de todas las desgracias? Estaremos de acuerdo, en que augurar que esto era una simple gripe y no habría más de uno o dos casos, es el más duro ejemplo de vaticinio fallido.

Para completar el cuadro se conocía que el total de empresas sin asalariados alcanzaba un récord histórico. En Almería, por ejemplo, el 66% de ellas lo eran. Muchas de supervivencia. Elegidas no por vocación sino por la imposibilidad de encontrar otro tipo de empleo.

Este es el marco con que enfrentamos a los profetas para el próximo año. ¿Quién no conoce alguna de esas microempresas que soportaron el confinamiento gracias a la prestación de cese de actividad de autónomo y a dar mil vueltas para posponer pagos? Pero la segunda ola fue definitiva: mi amigo el de la floristería, el que vendía zapatos en mi calle y que era un muchacho amable (si hubiera sido borde tampoco se lo hubiera merecido). Enfrente un bar que resistió crisis anteriores luce el cartel de se vende: tres mesas de terraza no levantan el local.

Esos son los mimbres con los que creamos la cesta actual. En una provincia, Almería, que está resistiendo mejor que otras y, como siempre, gracias a la Agricultura. Tenemos, eso sí, un número importante de camioneros tirados por la zona de Dover. Los polacos han mandado ayuda a los suyos y, por lo que parece a los nuestros. Pero claro Polonia ni tenía que debatir el fundamental tema de república o monarquía entre el langostino y el cochinillo. ¿Dará alguien alguna explicación de por qué no se les ha ayudado?

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