La academia de los modernos

Es característica fundamental de todos los ámbitos del poder la incapacidad manifiesta de apoyar lo nuevo

Durante la Ilustración, las academias de Bellas Artes vinieron a sustituir a los viejos talleres gremiales donde un maestro enseñaba sus conocimientos del oficio a sus jóvenes pupilos, se comprometía a no ocultar nada de su sabiduría y a formarlos como profesionales a su mismo nivel, para que les permitiera después fabricar su propia carrera en solitario. Las academias de Artes, creadas y apoyadas por las coronas europeas, marcaron su gusto estético dominante, lo institucionalizaron e impartieron con unas determinadas pautas y métodos de enseñanza. Este gusto se enmarcaba en el ámbito del Clasicismo y el de la imitación del natural. Los modelos ideales, dignos de emulación, se reconocían en el mundo grecorromano antiguo y en la copia directa de la naturaleza. Los artistas que querían prosperar tenían que ser admitidos en el ámbito de la Academia, al principio como estudiantes y después como profesores para asentar y expandir su prestigio social. Los que no aceptaban estas pautas tenían muy difícil hacerse un hueco y poder vivir de la profesión. Esta institucionalización de las artes creaba un solo estilo dominante, condenando al ostracismo a cualquier otra aventura creativa. En un revolucionario informe para su época, sin precedentes, el académico Francisco de Goya afirmaba desde el corazón mismo de la institución que "No hay reglas en pintura, y la opresión y obligación servil de hacer estudios o seguir a todos por un mismo camino es grande impedimento a los jóvenes que profesan este arte tan difícil". El academicismo, por tanto, casi desde su fundación, llevó aparejado el antiacademicismo. Pero las academias, como instituciones del poder, fueron adaptándose en cada época a los vaivenes y cambios de gusto estético, reformulando sus idearios y modificando en parte sus métodos de enseñanza reglados para actualizarse y no quedarse obsoletas. Eso sí, siempre un pasito por detrás, colocadas en el ámbito más conservador posible dentro de las múltiples opciones de cada momento. Es característica fundamental de todos los ámbitos del poder la incapacidad manifiesta de apoyar lo nuevo o de sospechar -ni tan siquiera un ápice- los derroteros del futuro artístico más inmediato. En este sentido, las academias de hoy siguen exactamente igual, y es muy ilustrativo ver como los artistas autocalificados de "vanguardistas" o "modernos" han ocupado desde hace décadas todo el ámbito de la institución, repartiéndose cargos y distinciones y ejerciendo su tiranía dominante.

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