Por cierto, ¿qué piensan las putas?

Póngase "empresario" donde se lee "proxeneta", y quienes denuncian, le hacen ver al trabajador la acumulación en manos del capitalista

Existe un debate muy fuerte en el seno de los feminismos que llega a los niveles políticos de más de un partido y da motivos para que cada cual en la sociedad refuerce sus tesis sin el más mínimo deseo de descubrir posibles ideas o intuiciones que ayuden a reformular teorías buscando síntesis imprescindibles para la acción. Las posturas podemos resumirlas en las que van desde el abolicionismo hasta su legalización.

Hay dos afirmaciones que situarían el debate en cada uno de estos extremos pero que, sin embargo, debieran ser vistas como punto de partida común. Por una parte, estar contra la trata de blancas es algo que no puede ser ajeno a nadie, salvo a los proxenetas. No es exclusivo del abolicionismo estar contra y condenar la trata de seres humanos. Si es natural y condenable el hecho de la explotación laboral del ser humano; ¡cómo no va a serlo desde el punto de vista sexual! Pero, por otra parte, ¿cómo "ponerle puertas a este campo", siendo como es "el oficio más antiguo del mundo" y siendo tantas mujeres las que piden su incorporación al pleno disfrute de sus derechos sociales como resultado de una actividad laboral?

Por mi experiencia personal en el ámbito de la militancia en organizaciones que promueven los derechos humanos, he podido descubrir cómo muchísimas de estas mujeres lo hacen desde su plena libertad y sin un proxeneta que ejerza de explotador. (Démonos cuenta de la carga moralizante e ideologizada que tiene la expresión anterior: póngase "empresario" donde se lee "proxeneta", y muchas de aquellas personas que acuden a denunciar al proxeneta son quienes le hacen ver ahora al trabajador lo natural de la acumulación en manos del agente capitalista…)

No digamos ya de la carga ideológica existente cuando condenamos al usuario de los servicios sexuales mientras que nos parece de lo más natural consumir productos sin necesidad de controlar la justicia del proceso de producción de los mismos. Cargados de ideología y moral el posible e imprescindible diálogo se tornará conflicto. Pero, en medio de todo esto, ¿qué piensan las personas que ejercen la prostitución? Con un panorama tan amplio, yendo desde quienes denuncian a sus proxenetas por semiesclavitud, hasta las que intervienen sindicalmente exigiendo el reconocimiento de sus derechos laborales, la actitud en el debate ciudadano debiera ser la de menos prejuicios y más brazos abiertos a esta realidad.

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