Los que copian

Los fabulistas habitan el reino de las artes y la cultura se llena de vacío, faltan los artistas al servicio del pueblo

Si, existen los que copian y los que imitan y los que con la ambición de destacar roban las ideas de los demás. Hace años escribí un artículo llamado Vampirismo Cultural, y es en ese ámbito y desde esa acción donde más se aprecian a esos que copian. Lo cierto es que la originalidad es un valor apreciado sobre el que lamentablemente existen carroñeros, mediocres, entidades, etc, que buscan una forma de extraer originalidad para su beneficio.

Hay quienes imitan descaradamente a otros, adoptando sus ideas, estilos de vida e incluso su apariencia física. Estas personas carecen de originalidad y se limitan a seguir los pasos de otros, sin aportar nada nuevo o único. La pregunta de fondo es si es la frustración o la envidia lo que los mueve. También se puede plantear si son capaces o no de hacer algo propio. Copiar a los demás puede ser considerado como una falta de confianza en sí mismo. Aquellos que no confían en sus propias habilidades y talentos pueden sentir la necesidad de imitar a otros para sentirse aceptados o exitosos. Sin embargo, esta falta de confianza en uno mismo puede limitar el crecimiento personal y la capacidad de experimentar y aprender de los propios errores. Además, la copia también puede generar tensiones y conflictos en las relaciones interpersonales. Cuando alguien se da cuenta de que está siendo copiado, puede sentirse traicionado o utilizado. La confianza se ve afectada y la relación puede volverse tensa e incómoda. Lo que si está claro es que los que copian son conocidos por copiar y eso va en su contra. No hay miembro de la comunidad que no sepa distinguirlos. Entre ese murmullo destaca el deseo de que la originalidad sea el fin de todos en lugar del objetivo de los vampiros culturales en esas noches oscuras en las que buscan sangre ajena para saciar los vacíos y las ambiciones que enmascaran el ego. Si el objetivo es el bien de todos quizás haya que pensar en ideas como la honestidad y la transparencia. Es lo que debe regir la cultura, el último reducto de la trascendencia en este mundo laico en el que vivimos lleno de intrascendencia. Queridos lectores busquen la originalidad, la fuente y origen de las cosas, puesto que no se merecen menos. El pueblo siempre será el soberano de las letras y la cultura en este momento donde abundan los copistas y donde faltan los artistas al servicio del pueblo.

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