El corrector

El corrector es el que dice sí, le dieron el premio Nobel, pero tenía un error en la página 46

El corrector vive atento a todos los puntos sobre las íes y siempre destaca una victoria (una corrección). El corrector considera crímenes contra la humanidad las faltas de ortografía y las faltas en general, las comas, la sintaxis y la gramática. El corrector es feliz con cualquier falta de ortografía (ajena) ya que es su momento, su cenit, su cúspide. Tan alerta avizor que cuando la ve la clama a los cuatro vientos para hacer eso tan español de, ante todo, señalar la falta de los demás. Todavía hay gente que no comprende porque los juicios con jurado nunca serán posibles en España y es, ciertamente, porque en poco tiempo los juicios dejarían de ser necesarios, directamente todos serían culpables. En ellos estarían todos los correctores, especialmente los ortográficos. Esta semana ha sido una semana próspera para las almas vigilantes de la corrección de los demás, poniendo el capirote en la anomalía ortográfica. El corrector lo corregiría todo, corregiría el Quijote, (algunos ya lo han reescrito), corregiría Rayuela, la ordenaría, suprimiría párrafos y echaría por tierra esa manía de Cortázar de hacer algo tan extraño. Con Cela tendría un festín espectacular, orgasmos de corrección, búsquedas de normalidad, ecce homo figurativo de la inquisición ortográfica. El corrector pondría derecha la Torre de Pisa y lo primero que diría cuando fuese a su casa a tomar el té es que ese cuadro está torcido. El corrector es feliz y sarcástico cuando el que no piensa como él comete faltas ortográficas y benigno y perdonador cuando las comete el que piensa como él. El corrector corre ufano a comprobar en el diccionario de la real academia si existe la palabra perdonador y sufre lo indecible cuando comprueba que existe, aunque suena fatal. Aún así no existen la mitad de las palabras que ponen en los artículos prestigiosos articulistas, lo cual celebro. Respecto a los libros y otros medios impresos, antes existían los correctores que evitaban el tedioso trance de revisar errores y erratas al escritor. Ahora, por mor de la precariedad económica general (los escritores han vuelto a ser pobres, como antes), la corrección la han de hacer los escritores y la editorial no sólo no corrige sino que pone errores. El corrector nunca comete errores y sabe reglas de gramática que nadie conoce. El corrector es el que dice sí, le dieron el premio Nobel, pero tenía un error en la página 46.

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