Más sobre la corrupción

Todos los casos no son iguales; unos tienen mayores repercusiones individuales y sociales; otros son más repugnante

He pasado buena parte de mi vida evaluando. Por tanto, sé por propia experiencia lo difícil que resulta evaluar; lo difícil que es elaborar criterios; lo complejo que es aplicar esos criterios; y aún más, ser capaz de abstraerse de apreciaciones subjetivas. Por eso no hay que precipitarse a la hora de extraer conclusiones, sobre todo cuando de ellas se derivan decisiones que afecten a la propia vida y a la de los demás. Mis decisiones han tenido repercusiones positivas y negativas sin duda en la vida de muchos de mis alumnos. Hay ocasiones en las que me he arrepentido de alguna de esas calificaciones, aunque a veces ha sido demasiado tarde. Todo esto viene a cuento de una reflexión que me propongo hacer sobre algo tan espinoso como los abundantes casos de corrupción que nos envuelven. Soy consciente de la repercusión que tienen esos casos en las elecciones. Doy por sentado que todos los casos no son iguales; unos tienen mayores repercusiones individuales y sociales; otros son más repugnantes. También doy por sentado que según nos afecten intentaremos votar en un sentido o en otro ¿Habrá alguna manera de formular algunos criterios, aunque solo sean ligeramente objetivos, para evaluar los distintos casos de corrupción? No es materia fácil, porque la objetividad en estos casos es prácticamente imposible de conseguir. No obstante, parece ser que determinados estudios sociológicos sí conocen bastante bien cómo influyen determinados tipos de corrupción en el ánimo de los votantes. Es evidente que están relacionados con los prejuicios de la población, que a su vez se ven reforzados por la insistencia de los medios de comunicación en determinadas circunstancias. Son prejuicios de moralina, a veces pacata, más que análisis de daños objetivos. Ante dos casos, uno aprovecharse de la posición política para obtener beneficios económicos, la mayoría de las veces ilegales, cuyos autores aparecen envueltos en el uso de parte de los mismos en prostíbulos y drogas; otro, en el que además de ese aprovechamiento, aun sin prostitución pero con "cuchipandas" de varios cientos por cubierto, aparece la utilización de los medios policiales y judiciales del Estado para salir del atolladero, ¿cuál de ellos aparece como objetivamente más grave? ¿cuál tiene más influencia en el electorado? En mi opinión, el segundo se me muestra más grave. El primero, con más repercusiones electorales. Parece el mundo al revés.

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