La cúpula Regina Martyrum

La técnica brutal e informalista adquiere en la distancia un carácter polifónico

En su reciente biografía sobre Goya, la historiadora americana Janis Tomlinson afirma que la cúpula pintada por Goya entre 1780 y 1781 en el Pilar de Zaragoza es una obra "fallida" y que no anticipa su evolución posterior. En cambio, dedica encendidos elogios a las que sus cuñados Francisco y Ramón Bayeu pintaron al mismo tiempo. Esta aportación viene a engrosar una lista relativamente extensa de juicios de incompresión y manifiesta estulticia hacia esta colosal obra goyesca, que cierra brillantemente el muralismo barroco europeo desarrollado por Tiépolo, Giaquinto y Lucas Jordán, con una ejecución y plástica verdaderamente novedosas para la época. La Regina Martyrum, con sus doscientos y pico metros cuadrados de fresco, fue ejecutada por Goya en cuarenta y un días. La técnica usada, brutal e informalista, que adquiere en la distancia de su contemplación un carácter polifónico, de bellezas y armonías siderales, no fue aceptada por sus comitentes. Su cuñado Francisco Bayeu, que era el que había recomendado a Goya para la ejecución de la obra, vio una oportunidad para afianzar su prestigio a costa de tramar una operación de humillación de su cuñado, poniéndose de parte del ignorante cabildo catedralicio. El episodio, que se recuerda recurrentemente, enfrentó al dolido Goya con su familia política y le hizo cortar para siempre relaciones con su tierra natal. Por el contrario, las cúpulas que también pintaron en el Pilar, al mismo tiempo, Francisco Bayeu y su hermano Ramón se cuentan entre lo peor de los murales barrocos europeos. Composiciones muy poco claras, convencionales y de mal gusto. Ejecución ñoña y horrible diseño de los personajes. En suma, un capítulo para olvidar y que recuerda, una vez más, que de no ser por Goya, el arte español del XVIII sería el peor de nuestra historia. La Regina Martyrum anticipa los murales goyescos posteriores como la decoración de la madrileña ermita de San Antonio de la Florida y las Pinturas Negras, al menos en los hallazgos técnicos y en la decidida voluntad de pintar con una libertad desconocida hasta entonces. Algunas figuras del fresco, como la inolvidable de la virgen, con los brazos extendidos, su rostro desmaterializado por la luz y su rutilante manto celeste desparramándose por los lados, y otras como los ángeles mancebos de mantos arrebolados o el San Jorge, el San Esteban o el Santo Dominguito, son creaciones inmensas, hallazgos rutilantes de la historia del arte europeo que clausuran el barroco de una forma poderosísima e inesperada.

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