Carta del Director/Luz de cobre

El desgobierno de las minorías

Las jugadas y trastadas que ambos se han hecho en los últimos años se pueden recoger en un libro de anécdotas de los horrores

Lograr una victoria pírrica no es victoria. Atrás han quedado los tiempos en los que el entonces presidente del Gobierno Felipe González llegó a afirmar, tras verse vencido por el PP de Aznar, que aquello era una “derrota dulce”. Lo cierto es que nunca lo fue y acabó con el fin de la época del sevillano al frente del gobierno de la nación.

¿A qué viene todo esto?, se preguntarán ustedes. Sencillo. En las municipales de mayo vimos como en Carboneras, Turre o Garrucha, se producían derrotas de quienes gobernaban y el cambio de gobierno se vislumbraba en lontananza, como así fue. En Garrucha el Partido Popular sigue agarrado a los ediles díscolos de Izquierda Unida (expulsados) y que a la larga verán ustedes como acabarán haciéndosela al actual gobierno. Es cuestión de tiempo y de que alguna de las pretensiones que tengan, por nimia que sea, no sea atendida. Sólo hay que esperar.

En Turre las dificultades del pacto entre socialista e Izquierda Unida vienen de lejos. Nadie de los protagonistas ha hecho nada, o bien poco, en los últimos años para alcanzar o buscar al menos un acuerdo de mínimos que consiga sacar al pueblo de la apatía y la tristeza en la que vive envuelto desde hace dos legislaturas. No esperen sorpresas en positivo. Al contrario. La próxima semana la izquierda llevará al gobierno de nuevo al Partido Popular. No han tenido ningún empacho en apoyar al PP para alcanzar objetivos. lo que desconocemos es cómo verán los votantes la “traición” ideológica en las próximas elecciones. Está por ver. Y ahora Carboneras. El empate técnico a concejales entre PP y PSOE aupó a la alcaldía, con el voto de Salvador Hernández, ahora en Ciudadanos, a Felipe Cayuela. Ambos protagonistas han tenido momentos de cortejo, momentos de buenas relaciones, momentos de distanciamiento, momentos de no fiarse el uno del otro y momentos de no poder verse. Las jugadas o trastadas que ambos han dibujado en sus vidas en los últimos años son dignas de recogerse en un libro de anécdotas de los horrores.

Pero, a pesar de todo, de no fiarse lo más mínimo, más propio de una partida de póker de esas que el mítico Marcial Lafuente Estefanía, dibujaba a la perfección en sus novelas de bolsillo del oeste, decidieron volver a unir sus destinos en esta legislatura. Dicho y hecho. Con negociación de por medio, que más bien era un paripé porque ambos se conocen tanto que cualquier palabra huelga. La segunda parte de esta tormentosa relación ha durado cuatro meses. Tiempo suficiente para que no se hayan dirigido la palabra y para que el alcalde le quitará las competencias a golpe de decreto. Pero lo peor está por llegar. Complejo que el PSOE recupere la alcaldía con el apoyo del edil de Ciudadanos, aunque cosas veredes, que diría Don quijote. Y los perjudicados, como siempre, los vecinos del pueblo no culpables del desaguisado.

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