Hace años leí un símil sobre crisis económica y social que, al final, tuvo su acierto. Una crisis es como quedar atrapado en un túnel en la carretera (un túnel con dos carriles, pues si no la comparación no servía). Con la sorpresa inicial, con todos retenidos, hay incluso buen humor, o ayudas a la familia con niños del coche de al lado. Las filas empiezan a avanzar. Ves el final del túnel. Aplausos. La columna que está a tu lado parece ir más rápido que la tuya, algunos ya salen del túnel. Tú no. Hay quien incluso intenta cambiarse de lado y entonces, cuando ves que tu no saldrás, se monta parda. La conclusión era que las convulsiones sociales no se producen durante las crisis sino en la recuperación. En la salida del anterior túnel surgió Podemos que, casualidades de la vida, hoy tiene el ministerio de Trabajo. Y lo que ha costado gobiernos en España ha sido, precisamente, la ausencia de empleo. El paro. No la ausencia de prestaciones por desempleo o rentas mínimas, o la falta de un relato. Hay un momento en que cuando ves que tus hijos no van a poder comprarse esos tenis que les gustaba (y ya no te digo independizarse) uno de tus escasos placeres es ver al del relato en la cola del paro. Por ello, estoy convencido de que nuestros políticos -que tienen un olfato muy fino para ver el peligro de perder su puesto, o de ganarlo- ya analizan datos, estudios, y hasta las cartas del tarot para adivinar la situación de después. La suya, en concreto. ¿Cómo nos irá a nosotros? A final de mes conoceremos los datos de paro de la EPA del primer trimestre. Es previsible que la tasa de paro se duplique, pero eso no significa nada, aún estamos todos en el túnel y confiamos en la salida rápida. A favor está el que lo que nos ocurre no es producto de una inestabilidad del sistema financiero o la explosión de una burbuja como la inmobiliaria en 2008. Tampoco es una guerra, por más que anden con el lenguaje bélico. El bar de mi calle está ahí, no ha caído destruido, y no está vacío porque no tengamos dinero para ir. El problema es que está cerrado. Cuanto más tarde en poder abrir, y ya veremos cuanto tardamos en animarnos a entrar, más difícil le será recuperar a todo su personal. La respuesta que intuimos es que algunas suspensiones de contratos ¿cuántas? se convertirán en despidos y se unirán a los trabajadores temporales que no serán contratados. Bajará lo que las familias estén dispuestas a gastar y mandará a otros al paro. El círculo diabólico del desempleo parece haberse puesto en marcha. Cortarlo es la tarea del líder.

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