El genuino realismo español

Es un auténtico manifiesto que define al más auténtico realismo artístico patrio

En una carta dirigida a su mujer Clotilde en 1896, tras terminar el cuadro “Cosiendo la vela”, una de sus más rutilantes obras maestras, Sorolla afirma que “he terminado un cuadro para el Salón de este año, son unas muchachas que cosen una vela de barco en un patio donde el sol juguetea entre las hojas; yo lo creo de mucho riesgo por las grandes dificultades que tiene el natural y que son imposibles de vencer con los medios que cuenta la pintura. Ahora bien, si la cosa gustara, sola sería ya un gran triunfo pues me animaría a seguir por el camino nuevo, para mí el único, la verdad sin arreglos tal como se sienta, y aún con menos preocupación de la que se nota en este cuadro”. He transcrito el párrafo entero pues no tiene desperdicio; es un auténtico manifiesto que define al más genuino y auténtico realismo artístico patrio. En otras ocasiones he justificado aquí al realismo como el gran estilo netamente español en el contexto general de la historia del arte europeo y he intentado adjetivar y resumir las características que lo definen y singularizan, pero este breve texto sorollesco no solo me ha ratificado en mi pensamiento; tiene la virtud de decirlo con poquísimas palabras que, demás, son muy del oficio del pintor con mayúsculas. “La verdad sin arreglos tal como se sienta” expresa la humilde sumisión a la realidad, a la belleza insuperable del natural que la inteligencia humana poco o nada puede corregir; un compromiso con la esencia visual de esa realidad que impide añadir elementos retóricos o superfluos que no figuran en el motivo y que, al mismo tiempo, no renuncia a la necesidad poética del pintor de revelarnos su emoción –“tal como se sienta”- sino que la potencia y la quintaesencia, casi arrobada o extáticamente. “Y aún con menos preocupación de la que se nota en este cuadro”, es decir, que hay que hacer un esfuerzo, aún mayor si cabe, por ser lo más fiel posible al natural, un esfuerzo redoblado por ser menos esteta, menos pinturero, teatral y posturero –en el sentido del disegno de la obra, que dirían los artistas italianos- y entregarse más desprejuiciadamente a la reproducción casi instintiva, bruta, seca y despojada, del motivo que la vista contempla y la mente fija sobre el soporte en el proceso de ejecución. Sorolla resume así, en dos frases, la esencia de lo español en arte, aplicable sin variaciones a Velázquez, Sánchez Cotán, Zurbarán, Goya y otros muchos. Y marca la frontera clarísima con el resto de escuelas, desde lo italiano a lo parisién.

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