De norte al sur

Óscar Lezameta

La importancia del culo

SIENTO decepcionarles pero frase no es mía. Se la escuché al hijo de un conocido delincuente que siguió las habilidades de su padre con peor tino y en un descuido le trincaron. Cuando estaba en sus mejores momentos sentenció: "mi culo jamás se sentará en otro coche que no sea un Ferrari". Cuando la escuché no pude contenerme: "Olé sus huevos". La verdad es que eso es tener clase y, sobre todo mimar a esa parte corporal que tenemos tan abandonada, ya que nunca la tenemos a la vista salvo en los contados casos de varias personas que piensan y actúan con la susodicha.

No quisiera que esto se convirtiera en un nomenclator escatológico sobre expresiones que la contienen, desde aquel que es tonto de ahí, hasta el destino de la mayoría de las patadas que damos en nuestra vida.

Tampoco quisiera hablar de su saneamiento ni la para muchos desafortunada intervención de Camilo José Cela que lo utilizó para explicar, en plan Barrio Sésamo, la diferencia entre dar y tomar, ni tan siquiera en si es lo primero que vemos de nuestro sexo favorito aunque la mayoría mintamos como bellacos cuando decimos que son los ojos, pero la verdad es que tiene su importancia.

Sin él no haríamos muchas cosas que son imprescindibles para nuestra existencia y no me refiero a lo que ustedes están pensando, cochinos, que son unos cochinos.

Desde sentarse, hasta hacerlo en el finamente llamado el excusado donde tantas buenas ideas se han originado en esos momentos tan íntimos. Muchas veces me ha dado por pensar si Napoleón tuvo una herida en el culo antes de Waterloo y por eso le dieron la del pulpo, o a Julio César le dieron una palmadita en semejante parte y le dijeron algo así como, "¡Aupa Julito, cruza el Rubicón", o Einstein se rascó contundentemente sus posaderas antes de descubrirnos de nuevo nuestro Universo, o el señor Heinz tuvo un día de culo cuando se le ocurrió convertir el tomate en ketchup.

Si la nariz es lo primero que vemos de una persona, salvo extremidades más desarrolladas y que, en la mayoría de los casos son una exageración y no se crean nada, el culo es la última imagen que nos recuerda nuestro paso, así que es mejor dejar un buen recuerdo.

Es posible que haya tenido un día como el culo (también tiene gracia la frasecica) antes de ponerme a escribir estas líneas, pero qué quieren, nadie es perfecto. Lo único que espero es que no crean que pienso con él, aunque a veces a mi también me cuesta escapar de su malignísima influencia. Al fin y al cabo, absolutamente todos lo tenemos apenas a un metro por debajo de nuestra cabeza, así que no sería nada raro que lo hiciera.

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